miércoles, octubre 17, 2007

Inocencio Arias, Pasion turca

jueves 18 de octubre de 2007
Pasión turca Inocencio Arias

Turquía siente unánimemente como una afrenta que se resucite el tema del “genocidio armenio”. Clase política, las cruciales fuerzas armadas y el ciudadano de la calle creen firmemente que no hubo tal genocidio, que muchos armenios, como muchos turcos, perecieron en los atribulados años del Imperio Otomano de principios de siglo XX, pero que no hubo ningún proyecto premeditado de exterminio de una etnia. Un número no despreciable de historiadores extranjeros no acepta esta interpretación de los hechos, pero es el sentimiento generalizado y apasionado en Turquía.
Debido a ello, el voto en la Comisión legislativa de Estados Unidos sobre el referido acontecimiento, en contra de las peticiones de Bush, ha caído como una puñalada en Ankara y el jefe de las Fuerzas Armadas, persona que mira con escepticismo la entrada en Europa pero cercana a Estados Unidos, ha advertido que las relaciones con Washington peligrarán si el pleno de la Cámara legislativa repite el voto condenatorio del genocidio. Varios legisladores yanquis han comenzado a recular porque saben lo que Estados Unidos se juega.
Ankara ya ha amagado con la posibilidad de entrar en Iraq para meter en cintura a los kurdos, incursión que agravaría más la situación de ese país, y el Pentágono necesita desesperadamente a Turquía para el conflicto iraquí y cualquier operación en Oriente Próximo. Un legislador ha apuntado que está a punto de aprobarse algo razonable en el momento más inoportuno posible.
La aprobación de la moción radicalizará la política turca.
Como señala Christopher de Bellaigue en The New York Review of Books, Turquía se encuentra en una compleja encrucijada. Está cambiando aceleradamente, para muchos ha iniciado una auténtica apertura en la que caben los musulmanes devotos, ha elegido a un islamista, Abdullah Gul, como presidente, y los que no lo son. Para otros, “los cambios son un caballo de Troya para que los islamistas se hagan con el poder como ocurrió en Irán”. Hasta ahora, el hombre fuerte del partido AKP en el poder, el primer ministro Erdogan, ha procedido democráticamente, su manejo de la economía ha sido exitoso y las advertencias de las fuerzas laicas tradicionales han resultado alarmistas.
El lento camino hacia Europa comienza a ser igualmente divisorio. La frialdad u hostilidad crecientes europeas hacia la entrada de Turquía encuentra, como reflejo, un entusiasmo encogido en el país, del 73% de partidarios del ingreso en la Unión en el 2004 se ha pasado a un 40%. Hay desconfianza sobre la sinceridad europea.
Aquí es Europa quien está en la encrucijada. Como decía un político alemán, meter a 85 millones de musulmanes en la Unión será problemático; dejarlos fuera, tal vez peor.

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