miércoles, octubre 10, 2007

Inocencio Arias, Motivaciones de los tramposos...

jueves 11 de octubre de 2007
Motivaciones de los tramposos: el candidato y la superatleta Inocencio Arias

La prensa mexicana y la alemana están corriéndose una juerga con la “hazaña” deportiva de Roberto Madrazo, el candidato presidencial del PRI a las últimas elecciones presidenciales mexicanas, en las que quedó tercero.
Madrazo corre el maratón, participó hace días en el de Berlín y… ganó en la categoría de mayores de 55 años con un impecable tiempo de 2 horas, 40 minutos y 57 segundos. Madrazo, con todo, exageró un pelín. Había mejorado su anterior marca en una hora, lo que levantó las sospechas de algún periódico mexicano. Escarbando, escarbando…, los antipáticos periodistas se percataron de que el veloz Madrazo había pasado los controles iniciales pero no había la menor constancia de su cruce en los situados en los kilómetros 20, 25, 30 y 35. Aunque participaban 40.000 corredores, todos llevan un chip, milagros de la técnica que debieron pasar iandvertidos al imparable Madrazo, que se activaba al paso de cada uno de los controles.
Los indicios de que el intrépido político había sido llevado en volandas por alguna calle lateral y depositado pocos kilómetros antes de la meta (o tomado un atajo) se convirtieron en convicción total de fullería cuando se comprobó que había corrido el tramo inicial a un ritmo comprensible pero que para llegar a la meta en el tiempo que marcó tendría que haber hecho en los kilómetros que estuvo desaparecido un tiempo más rápido que el del campeón mundial de maratón. Madrazo ha sido descalificado. El periódico Milenio titula “Primero en la división de atajo libre”, y en la nación azteca hay numerosas comparaciones entre la “pillería” de Madrazo y los pucherazos electorales de su partido, el incombustible PRI, durante más de medio siglo. ¿Qué pudo llevar al priista a la trampa burda de su vodevil? ¿La creencia de que no sería cazado?
Tono más dramático tiene la confesión de la plusmarquista Marion Jones, que ganó cinco medallas en los Juegos de Sidney y que tenía contratos millonarios con Nike, gafas de sol, relojes. etc. Después de rumores insistentes acabó admitiendo, acosada por los agentes federales que investigaban algo ajeno, un affaire de blanqueo de dinero en el que estaba implicada, que se dopó en el arranque de la Olimpiada y durante unos dos años. Jones, el mejor deportista, mujer u hombre, que ha dado California en la historia, era una superdotada en varias especialidades, incluso en baloncesto, y en 1998, antes de comenzar con los estimulantes, había ganado 37 pruebas internacionales de las 38 en que participó en cinco continentes. Era la superstar en 100 metros, en 200 y en salto de longitud. Despotricaba, además, entonces, y parece que sinceramente, contra los que tomaban estimulantes.
¿Qué le llevó a entrar en el mundo de la trampa ingiriéndolos y convirtiéndose en un auténtico personaje de tragedia que tarde o temprano será llevado al cine? La explicación sencilla sería la mala influencia del padre de su hijo, un atleta vidrioso, también campeón y dopado convicto. Quienes la conocen lo niegan, Marion tiene el suficiente carácter y determinación como para escapar a esa influencia. La razón sería el señuelo de alcanzar lo único, lo insólito, de repetir la gesta de Carl Lewis. La Jones sabía que tendría escasos problemas para lograr una, dos... tres medallas. Pero con el cargado calendario, pruebas calificatorias, etc., no podría tenerlos sin una ayuda externa. Se zambulló en la simulación para entrar en la leyenda por la puerta más grande, la del multimedallista en velocidad. Una investigación policíaca ha hecho saltar la liebre. Ahora se desmorona y con ella la confianza de muchos en la pureza del deporte. La duda ya estará siempre ahí.
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