miércoles, octubre 03, 2007

Ignacio Villa, Soberbia en estado puro

jueves 4 de octubre de 2007
Salgado
Soberbia en estado puro
Salgado se encaró con los populares y les reprochó que tenían que aprender las normas de la convivencia democrática. A ese nivel llega el sectarismo del PSOE. Todo en él es bilis y odio hacia el adversario político.

Ignacio Villa

La comparecencia este miércoles de la ministra Elena Salgado en la Comisión de Administraciones Públicas del Congreso es un ejemplo más de lo poco que tiene que ofrecer este Gobierno. Ante la ausencia de una gestión y una política dignas de defender, Rodríguez Zapatero y sus ministros se limitan a hacer lo único de lo que se ven capaces, que es atacar al Partido Popular por tierra, mar y aire.
Todo el mundo recuerda las declaraciones de la ministra Salgado después de la Diada de este año en Barcelona, donde el popular Alberto Fernández Díaz fue amenazado de muerte por militantes de Esquerra Republicana, socios de Rodríguez Zapatero. Salgado se encaró con los populares y les reprochó que tenían que aprender las normas de la convivencia democrática. A ese nivel llega el sectarismo del PSOE. Todo en él es bilis y odio hacia el adversario político.
Elena Salgado tiene en su trayectoria política una buena colección de incendios provocados, desde la época en que era secretaria de Estado en los últimos tiempos de González, hasta su paso lastimoso por el Teatro Real, sin olvidarnos –claro está– de sus polémicas en el Ministerio de Sanidad, con la funesta Ley del Vino como principal ejemplo de su soberbia política y de su necedad intelectual. Pero Salgado no es una excepción en este Gobierno, sino un ejemplo más en un gabinete de maneras francamente mejorables, de preparación justita y con amplios excedentes de ignorancia.
Elena Salgado ya demostró no hace muchos meses su increíble vanidad al negarse a rectificar la Ley del Vino, aunque al final, obligada por un Zapatero temeroso de sus efectos ante las inminentes elecciones municipales y autonómicas, tuvo que "retirarla temporalmente". Si ya entonces fue incapaz de rectificar pese a tener a toda España en contra, ahora desde luego no se va a bajar del carro. Salgado no ha rectificado su gravísima justificación de las amenazas de muerte contra Alberto Fernández Díaz, en la que dio la razón a quienes las profirieron, y desde luego no lo va a hacer ahora. Por soberbia, sí, pero también porque forma parte de la estrategia del PSOE.
Estamos a seis meses de las elecciones generales y la directriz esta marcada: demonizar al Partido Popular. No importa que sean militantes de ERC los que queman las imágenes de los Reyes, no importa que también sean militantes de ERC los que amenazan de muerte a Albert Rivera con el gráfico recurso de clavar una bala en la frente de una fotografía suya. Les da lo mismo. Desde ese rostro pétreo que les caracteriza, siguen atacando a un partido democrático que representa a media España, aunque sean incapaces, eso sí, de decir una palabra más alta que otra sobre los republicanos independentistas de quienes dependen en Madrid y en Barcelona.
Visto lo visto, Elena Salgado es la imagen más fiel de un Gobierno mezquino, mentiroso, fulero y traicionero, al que no le importa nada que no sea el poder.

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