domingo, octubre 07, 2007

Ignacio Camacho, No basta el desencanto

lunes 8 de octubre de 2007
No basta el desencanto
IGNACIO
CAMACHO
EN la sociología electoral española se está incubando en los últimos meses un curioso misterio: el de cómo es posible que un partido -la UPD de Rosa Díez y Fernando Savater- formado por desencantados de la izquierda suscite más simpatías entre los electores del PP que entre los del PSOE. Existe una explicación parcial que hay que buscar en la mayor identificación ideológica de la izquierda, cohesionada en torno a un voto biográfico que respalda a sus partidos y candidatos al margen de la deriva ocasional que muestren, mientras que los simpatizantes de la derecha someten a sus representantes a un exigente escrutinio político y ético. Pero sería simplista quedarse ahí, sin tener en cuenta la responsabilidad del propio Partido Popular a la hora de levantar una alternativa convincente ante un Gobierno que suscita una patente desconfianza.
Las encuestas preelectorales -la de ABC y otras recientes- reflejan al respecto un inquietante síntoma de pesimismo; una clara mayoría de consultados considera que va a ganar el PSOE, incluidos en ella muchos de quienes desean el triunfo del PP y se manifiestan dispuestos a votarlo. El factor no es determinante, como refleja la escasa distancia en estimación de voto, pero sí indicativo de la inercia ventajosa que beneficia a Zapatero ante la ausencia de un recambio poco ilusionante que abre entre algunos de sus partidarios la opción de la «tercera vía». De alguna manera, se ha instalado en el cuerpo electoral la idea de que el resultado de marzo depende más de los errores del Gobierno que de los aciertos de la oposición. Y lo peor es que muchos votantes perciben que ésa es también la convicción de un PP que debería sentirse más estimulado a vencer por sus propios méritos.
Resulta realmente desalentador que un Gobierno incompetente, suspendido en casi todos los aspectos, permanezca al frente de las posibilidades de victoria. El estado actual de la opinión pública es un caldo de cultivo ideal para el surgimiento de una alternativa, y sin embargo parte del electorado que debería potenciarla coquetea con el apoyo testimonial a UPD en un palmario clima de falta de entusiasmo. Rajoy debería hacérselo mirar: algo falla en la oferta del centro-derecha cuando la decepción, con ribetes incluso de alarma, ante la gestión (?) zapaterista no cuaja en una oleada decidida capaz de enviar al Gobierno a su casa.
¿Quiere esto decir que hay que resignarse a otra victoria de ese Zapatero que ahora parece disconforme con su popular acrónimo de ZP y busca investirse mediante el marketing de una respetabilidad que no ha sabido ganarse como dirigente público? En modo alguno; con el estado de disconformidad y hastío que subyace en la opinión ciudadana, sería realmente lastimoso que así ocurriera. El recambio es posible y la distancia corta, pero se necesita un empujón. Una corriente de emoción, una sacudida de empeño, un impulso imaginativo de convicción que vaya más allá de la apelación al sentido común. Hace falta fe en la alternativa y capacidad de transmitirla. Y, si no es mucho pedir, un equipo y un programa capaces de convertir el simple desencanto en una esperanza.
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