domingo, octubre 21, 2007

German Yanke, Ayudas sociales para disimular

lunes 22 de octubre de 2007
Ayudas sociales para disimular Germán Yanke

Da la impresión de que ha cambiado la estrategia del Gobierno de cara a las próximas elecciones sin cambiar nada. En la última entrevista con el lehendakari Ibarretxe, el presidente Rodríguez Zapatero, diciéndole que no, le dio un respiro. Es decir, no le dijo que jamás habrá una consulta como la que propone, sino que la competencia para convocarla es del Gobierno o de las Cortes Generales. Y en vez de haberse entrevistado previamente con el líder de la oposición, para que el lehendakari abandonase cualquier esperanza sea cual sea el resultado de las próximas elecciones, le devolvió al País Vasco para buscar más apoyos, que es lo que Ibarretxe propone en la primera parte de su plan. Ningún cambio, como se ve, que despeje la desconfianza generada por el PSOE en materia de relaciones con los nacionalismos y, en concreto, con el vasco, autodeterminación de por medio.
Podría pensarse que, de cara a una nueva legislatura menos enloquecida que la que ya está terminando, el Gobierno se tomaría con una cierta tranquilidad la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Autonomía de Cataluña. Por decirlo de otra manera, comprobado que la necesidad de pactos políticos había dado lugar a ciertos contenidos en el Estatuto que, palmariamente, contradicen las competencias del Gobierno y de las Cortes Generales —como manifestación de la soberanía de los españoles—, quedaba esperar que el Constitucional remediase el entuerto. Seguramente ocurrirá así, pero el Gobierno, intentando recusar a dos magistrados fuera de plazo y con argumentos inverosímiles, da muestra de no enmendarse y seguir su huida hacia delante.
Esta política, que ha sido una constante del Gobierno Rodríguez Zapatero, ha estado acompaña del disimulo. Y es en el disimulo, que también permanece, donde ha cambiado la estrategia. Hasta hace bien poco, la “explicación” era que el único grupo que se oponía al cambio de postura en el País Vasco y a la reforma, vía Estatutos, del estatus constitucional era el PP por razones de su inmovilismo congénito, por representar una suerte de derecha extrema que se autoexcluía de la nueva y necesaria etapa. Parece que no da ya el resultado electoral que aportó en el pasado y, por ello, entramos en la etapa de los premios y promesas sociales (ayudas a la vivienda, al alquiler, a la natalidad, pensiones, salario mínimo, etc.).
Habrá que ver qué resultado da en los próximos meses esta política “social”, bastante improvisada, con subvenciones un tanto arbitrarias y que, por las prisas, no tienden a ayudar a los más necesitados, sino a los votantes sea cual sea su posición económica. Una política, además, que es vista con recelo por los responsables económicos del propio Gobierno, que preferirían, como es lógico, una mayor contención y ortodoxia financiera, sobre todo ante las “incertidumbres” que se ciernen sobre el futuro inmediato de la economía y que, sea cual sea su dimensión, se revela ya en la falta de confianza de los ciudadanos.
El primer disimulo, acompañado de la incapacidad del PP para dar con un tono de oposición adecuado, ha dado lugar, sin resolver en absoluto los graves problemas de fondo, a la crispación y la incomunicación del debate político. Esta segunda, para seguir sin resolver nada, añade incertidumbres a las incertidumbres.

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