viernes, octubre 19, 2007

Ferrand, Los ruidos de un rockero

viernes 19 de octubre de 2007
Los ruidos de un rockero

M. MARTÍN FERRAND
AL titular de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, le gustan las machadas. No pierde la oportunidad, venga o no venga a cuento, de abroncar a la derecha. ¿Será esa su forma de ser de izquierdas? Confiemos en que su finura jurídica discurra por cotas más altas que sus maneras sociales porque su tono, muchas veces abrupto y pendenciero, no cuadra con el que debiera corresponderle a un fiscal de carrera y, menos todavía, a un ministro señalado por el dedazo de José Luis Rodríguez Zapatero que -todo hay que decirlo- sabe atemperar con un talante cortés sus disparates de fondo y contenido. ¿Tendrá que hacer méritos Fernández Bermejo para que los suyos, divididos entre el aprecio y el menosprecio, le tomen en mayor consideración? Se ha desgastado en sólo ocho meses, desde que Juan Fernando López-Aguilar se fue a Canarias, mucho más que sus compañeros de Gabinete en toda la legislatura, Magdalena Álvarez incluida.
Dejándose llevar por su gusto pendenciero o siguiendo las instrucciones de sus mayores, que poco importa, el ministro se fue al Congreso para decir que «la política debe contribuir al fin de la violencia», lo que está muy bien, y anunciar después que volverán a darse las condiciones para que el Gobierno vuelva a negociar con ETA. Ayer, en RNE, donde las entrevistas políticas siguen el turno del corro de la patata y evitan el hierro que proporciona la actualidad, Mariano Rajoy aprovechó su presencia ante los micrófonos para calificar de «irresponsables» las palabras de Fernández Bermejo. «La negociación política con ETA, dijo el líder del PP, fue un error y sería un error aún más grave que se volviera a hacer».
La negociación política con ETA fue, más que un error, un gran fracaso de Zapatero que, al evaporarse su inconsistente «proceso de paz», se quedó en puritito recuerdo de su abuelo republicano. ¿Qué sentido tiene que el Gobierno, aunque sea por la boca no muy autorizada de su eventual discontinuo en Justicia, insista en presumir de un fracaso y subraye su afán de volver a repetirlo? Tengo la sensación de habernos perdido algún episodio en este culebrón buenista de Zapatero porque cuando los actores de la política no marchan desde la inspiración de una ideología cognoscible, como es el caso, ni reaccionan según las reglas del interés propio, el seguimiento de la acción se torna brumoso e ininteligible.
Lo que sí parece cierto es que estas broncas que organizan, con mucho ruido y pocas nueces, los políticos del estilo -o de la falta de estilo- de Fernández Bermejo, rockero sin gloria ni discografía, tienen un efecto de distracción y desvío de la opinión pública que sirven con eficacia al poder instalado en cada momento. Derivar el debate hacia lo accesorio impide que se centre en lo fundamental. ¿No es ese el truco de Zapatero?

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