miércoles, octubre 10, 2007

Ferrand, El lastre de Zapatero

jueves 11 de octubre de 2007
El lastre de Zapatero

M. MARTÍN
FERRAND
¡POBRECITO Zapatero! A la vista de sus hechos y sus dichos habíamos llegado a sospechar de su inanidad, de su escaso y torcido entendimiento de España y de lo que, mayoritariamente, queremos y sentimos los españoles; pero todo, bendita sea, tiene explicación. Según ha desvelado el Grupo Popular en el Congreso, los Presupuestos Generales del Estado incluyen una partida para la retribución de 656 funcionarios y personas de confianza en el entorno del presidente del Gobierno. Es decir que, promediando un peso de unos 75 kilos por asesor, José Luis Rodríguez Zapatero vive abrumado por casi 50 toneladas de carne asesora. Eso desacredita a cualquiera porque nadie tiene, ni aun siendo de León, tanta fuerza y entereza como para salir indemne de una inmersión en ese océano de caldo de cerebro.
Casi 50 toneladas de consejos sobre las espaldas justifican cualquier desvarío y, a nada que nos ejercitemos en la virtud de comprensión, podríamos digerir hasta la Alianza de Civilizaciones, uno de los muchos disparates buenistas que definen la acción de Zapatero y que, aun siendo huecos, ponen en peligro la esencia de nuestra civilización heleno-romana-judeo-cristiana. Con 656 asesores de por medio, supongo que en competencia por ver quién hace mayores méritos para llegar a subsecretario, escaso parece el acostumbrado desatino presidencial.
El problema nace porque cada ocurrencia, según la ley inexorable de la conducta colectiva, arrastra sus secuelas y el trecho que media entre los dichos y los hechos tiende a ser recorrido vertiginosamente. Ahí tenemos al secretario general de la Liga Árabe, Amr Mussa, que, abundando en la Alianza de Civilizaciones que predica Zapatero, sugirió que los practicantes de la religión islámica puedan utilizar como mezquita la catedral de Córdoba. «Las iglesias y las mezquitas, dijo, son para que recen los creyentes». Desde una visión cristiana ante la repetida ocurrencia musulmana poco tiene el César que decir. Corresponde a la jerarquía de la Iglesia católica la administración del culto en sus templos; pero en el mundo islámico la fe y el poder son una misma cosa. De ahí que, más que juntos, los católicos y los musulmanes, tendrían que rezar revueltos en Córdoba.
¿Alguien imagina la celebración de la Eucaristía en las mezquitas de Damasco o de Kairuán, por citar dos que siendo hermosas no tienen connotaciones políticas perturbadoras? La convivencia inteligente y pacífica es algo siempre deseable; pero, como todo, exige sus normas y límites. Los viejos párrocos preconciliares decían en sus prédicas que «entre santa y santo, pared de cal y canto». Esa misma pared, elaborada ahora con ladrillos de tolerancia, nos puede servir para separar dos culturas en las que la religión tiene distintos significados. Salvo que los 656 asesores de Zapatero opinen, unánimemente, en contra.

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