lunes, octubre 08, 2007

Felix Arbolí, Un coctel pasado por agua

martes 9 de octubre de 2007
UN CÓCTEL PASADO POR AGUA
Félix Arbolí

H AY veces que nos sorprenden con una extraña invitación a un cóctel, y digo lo de extraña porque ignoramos nuestra vinculación a la Asociación que lo organiza y a la persona o entidad a la que se intenta homenajear. Días pasados recibo una carta de la Federación de Asociaciones de Cocineros y Reposteros de España, en la que me invitan a un acto de homenaje nacional al grupo Vichy Catalán, con motivo de su 125 aniversario. En dicho escrito piden que me sume con mi destacada presencia y la de mis colaboradores al homenaje citado. Fecha el 8 de octubre en el Palacio de Congresos de Madrid a las once de la mañana. En la carta, a mano y destacado han añadido “Querido Félix” y al final “Un abrazo” con una firma ilegible. La parte oficial va firmado por Luis Cepeda Director Técnico de la citada Federación. Días más tarde recibo un sobre con la invitación oficial , en la que añade que 125 restaurantes y bares de España ofrecerán el ágape conmemorativo. Me suena familiar el nombre de Luis Cepeda. Aunque no puedo precisar de cuando y por qué. Mi asombro me lleva a preguntar por teléfono en qué consiste ese acto y qué esperan que haga yo para sumarme al homenaje. Me atiende una amable señorita que me explica todos los pormenores del acto y el cóctel final. Respecto a mi participación, sólo esperan y me ruegan la asistencia al mismo. Al indicarle quién es el autor del añadido “Querido Félix” y lo del “abrazo” escritos a tinta, me indica o que debo ser gran amigo del que firma la carta o persona que le interesa que asista. Solo añade que le confirme mi asistencia, que así lo hago, y me aclara que puedo ir acompañado. Mi mujer y mi nieto el mayor, se suman al evento. Vamos todos en ascuas, sin saber qué nos vamos a encontrar y quién se ha acordado de este periodista para invitarlo de forma tan significativa. Vichy Catalán, tiene grandes connotaciones para mí, que se remontan hasta la infancia. Más que un agua mineral, normal y corriente como tantas otras que surgen en los escenarios más dispares de nuestra geografía, es el agua milagrosa desde los tiempos del cuplé y las previsiones de nuestras abuelas. Es una especie de “versión a lo fino y elegante” de la famosa purga del Tío Benito que todo lo curaba con un sorbo o vasito. Tanto es así, que su venta era exclusiva de las farmacias, las antiguas y simpáticas boticas, donde se adquiría junto al desagradable aceite de ricino, el jarabe de la Milagrosa y otros prodigios iguales de populares, pero no tan eficaces y valiosos como la famosa botellita que ocupaba lugar preferente en las estanterías de nuestros cuartos de aseo, junto a los bálsamos y medicamentos más usuales y en la mesa durante nuestras comidas. Era un líquido burbujeante y grato de tomar, muy recomendado como elemento esencial para nuestra salud, nuestro crecimiento y hasta para inmunizarnos contra algunas de aquellas frecuentes enfermedades que entonces nos amenazaban. Se asegura incluso que Alfonso XIII, ya desde pequeño, era un frecuente consumidor de este agua que, en contra de la definición generalmente aceptada, no es insípida, ni incolora como las demás, según afirma la Doctora Vaquero, Científica titular del Departamento de Nutrición y Bromatología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Tiene a juzgar por los entendidos y estudiosos del tema, cierto aroma, color y sabor que la hace distinta a las demás. Incluso aseguran que la madre que la consume durante el embarazo y la lactancia de su bebé, debe usarla posteriormente para preparar biberones y papillas, ya que el crío se habrá acostumbrado a sus cualidades y componentes, no tolerará con facilidad el cambio de marca en mitad de su proceso de crecimiento. Son datos médicos y científicos ampliamente demostrados y oídos en las distintas intervenciones realizadas durante el acto. Se han realizado pruebas de tal forma que han podido apreciar que hasta es reconocible por el tacto, ya que tiene una densidad especial, libre de contaminantes y materias que la puedan hacer más pesada. En la puerta, nada más entrar, botellitas del Vichy Catalán y copas a disposición del sediento visitante, junto a uno de los libros de recetas de cocina que edita su Cofradía Gastronómica del Agua, fundada en 1995, a la que pertenecen restauradores, chefs y barman de toda España, así como importantes personalidades de la sociedad, las letras y demás artes relacionadas con la gastronomía. Hoy asistimos también al acto de armar caballeros de esta Orden o Cofradía, con capa y sombrero de copa incluidos, a dos personas que se han distinguido por su relación con el agua y la gastronomía. Ellos son don Félix de Arteaga y mi compañero y periodista don Luis Cepeda. El ritual, con “espaldarazo” sobre el hombro, corre a cargo de don Juan Renart, el Presidente de la entidad y Señor de las Aguas, como le denominan. Para el acto, suben al escenario como testigos, los hermanos o cofrades de esta Orden, con sus capas, sombreros y bandas correspondientes. Los hay de todas las provincias, aunque abundan vascos, catalanes y andaluces. Pero en escena solo se representa el acto protocolario y solemne y no hay lugar para procedencias, idiomas y otras cuestiones. Todo muy curioso y entretenido. Son numerosos los libros publicados y actos patrocinados con relación al tema gastronómico por esta empresa familiar, radicada en Barcelona y orgullosa de su origen catalán y su identidad española. Porque nadie en sus intervenciones durante el transcurso del acto, dejó de mencionar la celebridad universal de esta agua mineral y medicinal, haciendo hincapié en que eran orgullo y prestigio de la industria española. Entre las personalidades asistentes un delegado de la Generalitat de Cataluña y aunque la Presidenta de Honor de esta Federación de Asociaciones de Cocineros y Reposteros de España es la Infanta Doña Cristina, cuya asistencia se esperaba, no fue así. Me figuro que obligaciones más importantes se lo impedirían. El Presidente de la Firma Vichy Catalán don Juan Renart Cava, a quien tributaron el merecido homenaje, tuvo la deferencia de hablar unos instantes conmigo, mientras degustábamos un exquisito cóctel, uno de cuyos ingredientes era el agua homenajeada. Me habló de sus numerosas propiedades curativas en enfermedades cardiovasculares, del sistema nervioso, el estreñimiento, los desarreglos de tripa y estómago, la regulación del colesterol, etc. Un auténtico milagro de la Naturaleza, sin contaminar y comprobado científicamente. Con la que bebí esta mañana, mientras degustaba los más exquisitos canapés y pinchitos de los profesionales españoles más acreditados, tengo la buena impresión de que mi corazón recobrará muchas más energías que con las medicinas que me atosigan desde que me levanto hasta que me acuesto. ¡Agua de Vichy Catalán y a vivir que son dos días!. Lo de la coletilla de “catalán”, no es patriotería, sino manera de distinguirla de la “Vichy francesa” que es de menos categoría y más parca en propiedades. Según el lema de la empresa “El agua es el punto de unión entre la naturaleza y las personas”. y por ello constituye un elemento similar al aire respecto a nuestras más prioritarias y obligadas necesidades para poder vivir. Si encima tiene una serie de alicientes y beneficios, miel sobre hojuelas. La empresa de la familia Renart, como todas las que triunfan y se hacen un nombre reconocido más allá de nuestras fronteras, ha tenido infinidad de pretendientes y multinacionales, dispuestas a hacerse con el negocio a base de ceros, pero ellos no permiten que una Firma que abarca a diez empresas más, dedicadas al agua de manantiales y a zumos, deje de ser española, si española he escrito, y así permanecerá si Dios quiere, mientras manantiales, balnearios, hoteles y otras varias sociedades dedicadas al agua milagrosa y a la mejora y atención de la gastronomía española de rompe y rasga, tan hábilmente conducidas por esta familia, sigan proporcionándonos este grato placer al paladar y el cuidado a nuestra salud con tanto celo y entusiasmo. Por lo menos, otros 125 años más. Mañana de sol con abundancia de agua y aglomeración de un público que parecía sediento, ante la gran cantidad de botellines consumidos, amén de cócteles, zumos, cervezas y demás. Los cocineros y reposteros se esmeraron en su trabajo y fueron pródigos con sus invitados. Todo expuesto con mucha fantasía y un arte exquisito, que no desmerecía cuando contactaban con el paladar. Mi amigo y compañero Alfredo Amestoy, al que saludé, charlaba muy entretenido con un señor, ajeno a las bandejas, el vaivén del público y al delicioso panorama que nos rodeaba. ¡Qué negocio era capaz de abstenerlo de caer en esta exquisita tentación que nos rodeaba.!. En las numerosas mesas, junto a sus creaciones gastronómicas más sofisticadas y tentadoras, el rótulo con el nombre de su restaurante. Toda la geografía española magníficamente representada, sin banderitas ni distinciones. Se notaba felizmente la ausencia de los políticos.

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