lunes, octubre 22, 2007

Daniel Martin, Intolerable

martes 23 de octubre de 2007
Intolerable Daniel Martín

Son tiempos estos de “tolerancia cero”, de miedo a las palabras, de querer defender principios inocuos ante la incapacidad cierta de tener ideas enjundiosas y valores sólidos. Por eso no hay que ser intolerante ante el crimen, pero sí se puede tener intolerancia a la lactosa. Sólo el Rey, que peca más por omisión que de hecho, se ha atrevido a decir que algo “es intolerable” ante la salida de tono de Esperanza Aguirre, primera mujer en presidir una comunidad autónoma sin necesidad de listas paritarias, cuando le pidió un “trato humano” para el intolerante por definición: Federico Jiménez Losantos. ¡Como si el Rey tratase a nadie inhumanamente!
La intolerancia es de por sí intolerable cuando se ejerce para impedir que el otro se exprese, piense, crea o viva en libertad. Que es lo que hace Jiménez Losantos. La intolerancia no sólo es permisible sino que también es necesaria cuando se trata de defender los principales valores que deben sustentar y conformar una democracia: el imperio de la ley, la libertad, la igualdad de derechos y responsabilidades, la separación e independencia de los poderes políticos, la prensa veraz y autónoma de los poderes fácticos, la ciudadanía cívica y respetuosa con el ordenamiento jurídico, etc. Pero nada, tolerancia cero, que es poco menos que decir nada. La tolerancia cero es una enorme chorrada. Como aquellos que la mencionan.
Como nuestro presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que exige tolerancia cero ante la violencia machista o la conducción temeraria. Es intolerable que use ese idioma sin esencia. Y aún lo es más que tenga la enorme desfachatez de considerarse un “sincero valedor” de la imparcialidad de los fiscales, él que permitió que la Justicia funcionase dependiendo de cómo iba su utópico y temerario “proceso” de paz con la banda mafiosa ETA. Es intolerable que tengamos un jefe del Ejecutivo que diga naderías del tamaño de “donde gobierna la ley nace la justicia social”, que es lo mismo que no decir nada. Porque todo depende de la calidad de las leyes, y porque en España la ley no goza precisamente de un “imperio” eficaz y predecible.
Es intolerable que nuestro presidente recurra sistemáticamente a la tautología para repetir el mismo argumento que, casi siempre, no tiene el más mínimo fundamento; que mienta descaradamente a propios y extraños, que engañe a Maragall, Rosa Díez, al PSOE y al PP, a los ciudadanos, a los contribuyentes, y que el pueblo siga creyéndose su interminable sarta de embustes; que en España la política exterior se acerque más a las dictaduras de Fidel Castro o Hugo Chávez que a la democracia estadounidense —por mucho que Bush sea un pésimo presidente—; que Zapatero ande siempre solo en sus encuentros en el extranjero, donde nadie le hace caso porque no pinta nada e ignora cualquier forma de comunicación que no sea un castellano pobre e insuficiente; etc.
Hay millones de cosas que son intolerables, de todos los colores y banderas: Iraq anda sumido en una guerra civil por culpa de Occidente; en Europa cedemos constantemente ante la presión de la religión musulmana aun a costa de nuestros propios valores y leyes; el atroz hambre de África y otros países del Tercer Mundo es sistemáticamente ignorado por el confortable y materialista sistema del hemisferio “desarrollado”; la corrupción comienza a aceptarse como un mal menor inevitable, como algo inherente al ser humano; los planes de estudios “maleducan” a los niños para convertirlos en cualquier cosa menos en ciudadanos responsables con espíritu crítico; en España el poder está en manos de unos partidos que hacen y deshacen a su antojo, ignorando sistemáticamente tanto la voluntad social como, lo que es peor, el bien común; el Estado de Derecho ha dejado de funcionar porque el sistema judicial está tomado y en manos de malos y parciales aficionados; las ciencias empíricas, tan frías e inexactas, han sustituido de facto a las ciencias humanas, a las Humanidades, que cultivan y desarrollan el intelecto; el hombre occidental está perdiendo su esencia y, entre otros, Montesquieu, Rousseau, Voltaire, Locke, Ockham, Aristóteles, Platón y Sócrates han sido tristemente olvidados; etc.
Afortunadamente, lo que no se puede ignorar es la fortaleza del sistema de comunicación humana, del lenguaje verbal, de los idiomas. Aun cuando el mundo está sometido a la tiranía de las ignorancias gramatical y ortográfica, todavía podemos decir lo que pensamos, comunicar nuestras opiniones y sentimientos. Gritar en el desierto y denunciar lo que consideramos auténticas injusticias del todo intolerables. Y calificar como chorrada, falacia o, simplemente, gilipollez, todo aquello que lo es.
Es insoportable e incomprensible, más que intolerable, que España siga siendo un país de chiste, con bobos corruptos, ignaros y temibles en su imprudente osadía como mandamases. Pero es lo que hay. Y lo que habrá. No hay que pedir peras al olmo. Y mucho menos a uno seco, yermo y de cartón piedra.
dmago2003@yahoo.es

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