miércoles, octubre 10, 2007

Cesa Alonso, J.R-G. y la memoria historica

miercoles 10 de octubre de 2007
J. R-G. y la memoria histórica

CÉSAR ALONSO DE LOS RÍOS
Socialistas, comunistas, republicanos de izquierda, nacionalistas vascos y catalanes no acaban de entenderse en relación con la ley de la Memoria Histórica... Este ejercicio estúpidamente vengativo, ideado por ZP para ganar ideológica y culturalmente una guerra que perdió la izquierda hace sesenta y ocho años, vuelve a reproducir la división de la España roja. Así, Durán Lleida ¿podrá dar por buenos los asesinatos de religiosos ordenados por Companys? Y los periódicos de Barcelona ¿se atreverían a reproducir el artículo que publicó Josep Pla en «Destino» (el semanario de la Falange catalana) en el que evocó el sobrecogedor espectáculo de las columnas de humo que produjeron los incendios de las iglesias de siete pueblos del Bajo Ampurdán el 18 de julio del 36 y que él pudo contemplar desde las afueras de Palafrugell?
Y Santiago Carrillo, en honor de la Memoria, ¿no debería publicar el texto de la carta (el texto digo, no una mera referencia) que dirigió a su padre en los últimos días de la guerra, en la que le acusaba de traición a la República por apoyar los planes entreguistas de Julián Besteiro?...
En estos días en los que el odio inspira la reconstrucción selectiva de una de las más bárbaras tragedias que ha podido sufrir nación alguna, quiero recordar a uno de los políticos más merecedores del respeto de todos los españoles por su aportación a la paz civil. Me refiero a Joaquín Ruiz-Giménez, afortunadamente vivo. De él, democristiano, salió la mitad de la oposición a un Régimen que él había defendido como necesario frente a la II República, y por cuya consolidación luchó como joven propagandista católico y después de la guerra como embajador en el Vaticano y como ministro de Educación Nacional...
Sus «Cuadernos para el Diálogo» (sobre cuya aparición en el año 1963 tan sólo se publicó una reseña que escribí en el periódico «El Norte de Castilla») estuvieron marcados por el signo superador de la reconciliación nacional; justamente el contrario del que anima a ZP y su Ley de la Memoria Histórica.

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