martes, octubre 23, 2007

Carlos Luis Rodriguez, La mejor tutora

miercoles 24 de octubre de 2007
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
La mejor tutora

Si repasamos la historia reciente de Galicia, la conclusión es que el espíritu disgregador supera al unificador. Hubo secesiones municipales con la creación de nuevos consistorios, pero no se dio el caso de dos municipios que decidieran contraer matrimonio y formar una familia. Contamos con tres aeropuertos, sin que haya sido posible después de tantos años crear un sistema aeroportuario gallego coherente. Se unieron las cajas del sur, es verdad, pero gracias a la tenaz presión ­administrativa.
Disfrutamos, en fin, de tres universidades que han competido por las titulaciones, como si estuvieran radicadas en países distintos y distantes. Si ahora la moda es luchar por las competencias, en otro tiempo estuvo en boga la pelea por las facultades. Cada una que se cobraba en la cacería, era exhibida por el alcalde o presidente de Diputación de turno, igual que un trofeo cinegético. Cada una que se rechazaba, se añadía a los agravios sufridos por la localidad.
No sería justo, sin embargo, achacar ese reparto de la túnica sólo a las autoridades locales porque la sociedad coruñesa, viguesa, lucense, apoyaba también esa política. No se recuerdan voces pidiendo cordura, o advirtiendo simplemente de que una titulación no es una fábrica, o una inversión pública. El caso es que muchas se han quedado deshabitadas. La masificación es de profesores más que de alumnos, con cursos que son como las clases particulares de antes, y especialidades que agonizan pidiendo por favor estudiantes que las salven.
En Galicia se reprodujo el milagro de los panes y los peces con las titulaciones, con la diferencia de que el prodigio universitario pasa factura. Al mismo tiempo que se sembraba el país de ofertas universitarias, bajaba la demografía y se abrían las fronteras para preparar la futura fuga de nuestros cerebros. El resultado es el que tenemos, y menos mal que, como en tantas otras cosas, Europa llega en nuestra ayuda.
Es en Bolonia, no aquí, donde surge una reordenación del espacio universitario que nos obliga a agrupar estudios duplicados y reflexionar en lo que hay que hacer con otros que languidecen. Hay que reconocer que por desgracia la iniciativa no sale de nosotros. Si fuésemos completamente autónomos en la materia, nadie hubiera tenido el valor de aplicar algo tan simple como la ley de la oferta y la demanda.
Gracias a que se va hacia un esquema universitario europeo, la autoridad académica y política tiene una coartada para superar los vicios adquiridos en estos años. Es Europa quien va a aplicar la selección natural de las especies universitarias. Quien no esté conforme, tendrá que enfrentarse a un poder difuso, el europeo, que está en todas partes sin estar en ninguna.
A lo mejor, la esperanza de que exista algún día una política aeroportuaria coherente en Galicia depende también de que en el futuro ­Europa haga algo al respecto. Y otro tanto podría decirse del minifundismo local: ojalá que una cumbre de expertos administratitivistas se reúna en otra ciudad carismática, y emita una directriz sobre la necesaria agrupación de entidades locales.
Lo ocurrido con la política universitaria nos enseña que en algunos asuntos no se nos puede dejar solos. Mientras la dinámica dominante sea la disgregación, y falten liderazgos que aboguen por coordinar esfuerzos dispersos, Europa será la mejor tutora. En este tema nos dice lo que ya sabíamos: que tenemos una Universidad por encima de nuestras posibilidades. Ahora toca hacer los deberes pendientes.


http://www.elcorreogallego.es/index.php?idMenu=13&idEdicion=679&idNoticiaOpinion=223954

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