lunes, octubre 22, 2007

Carlos Luis Rodriguez, Ardelle O Eixo

martes 23 de octubre de 2007
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
Árdelle O Eixo

Iustitia est constants et perpetua voluntas ius suum cuique tribuere. He ahí expresado el mejor argumento para respaldar el indulto a los vecinos de O Eixo. La constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo que le responde, es la definición más genuina de la Justicia, y la que suele incumplirse por estos lares, a pesar de que sea más romano que celta nuestro origen.
Porque desde hace algún tiempo esa norma se ha reconvertido muchas veces en otra, según la cual lo que se le da a cada uno depende de las circunstancias, de la conveniencia política o del deseo de evitar males mayores. Se ha recalcado por ejemplo el hecho de que los tres condenados no pertenezcan al gremio de protestantes profesionales, esos que vemos, bajo siglas dispares, en toda movilización que se organice.
Quienes esgrimen este importante detalle piensan que así están favoreciendo el perdón de Simón, José y Jesús, pero se equivocan. Si su presencia en piquetes fuese habitual, el trato sería más benigno. Si en vez de ser de un barrio de Santiago, fuesen ferrolanos del naval, o vigueses de la construcción, la tolerancia hacia ellos sería mayor. La ­autoridad competente hubiera entendido que la agresión formaba parte de un contexto atenuante.
Hay numerosos episodios en los archivos que avalan esta sospecha. Por recurrir sólo a la memoria más inmediata, de aquellos disturbios ocurridos en Vigo, que incluyeron la ocupación de dependencias oficiales, el desalojo del público que hacía gestiones y la destrucción de documentos, nada más se supo.
Algún artículo de algún código habrán vulnerado los asaltantes, y sin embargo su, digamos, travesura se mete bajo la alfombra, a dónde fueron también los bloqueos de la ría de Ferrol protagonizados por quienes se oponen a la planta de Reganosa. Volviendo al aforismo latino, no les correspondería la impunidad o la inhibición, pero se entiende que ésa es la solución que conviene para evitar males mayores.
Los tres condenados de O Eixo no son unos angelitos. Dejaron gravemente herido a un policía, durante las protestas para exigir seguridad vial en la zona. Vecinos y policías fueron víctimas de la sordera de la administración, que sale del asunto sin heridas ni condenas. En condiciones normales, estando vigente el principio que inspiraba la idea romana de la Justicia, habría que rechazar cualquier medida de gracia para esta gente. Ocurre que no hay normalidad, ni rige tan sabia definición.
Desgraciadamente, los vecinos de O Eixo ya habían aprendido en el lejano 1998 una lección que hoy se refuerza. Quien no sea capaz de montar gresca, no es escuchado por los poderes públicos. Son los propios ayuntamientos y gobiernos los que han instruido a la ciudadanía en esta amarga verdad, que convierte cualquier conflicto en una toma de la Bastilla.
Han pasado casi diez años y estamos en las mismas. La seguridad vial o la tranquilidad nocturna. Las reclamaciones cambian, pero el método para plantearlas sigue pasando por la calle y no por los despachos, ha de escribirse en pancartas y gritos porque de poco valen los pliegos oficiales. Es la inoperancia de algunas administraciones la que arrastra a ciudadanos probos a transformarse en airados sans-culottes.
En fin, que sólo en una sociedad ecuánime que tratara por igual a los alborotadores, podría rechazarse el indulto para estos tres vecinos. Como no es ésa en la que estamos, su perdón es lo justo.

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