domingo, octubre 21, 2007

Bazares y horarios

Bazares y horarios
22.10.2007 -

Diversos factores explican el éxito de los llamados bazares en las capitales y grandes municipios del País Vasco. Desde el punto de vista de la oferta, representan una vía de integración laboral para una creciente inmigración, en este caso de origen asiático; una actividad que puede ser desempeñada por mano de obra poco especializada, incluso familiar, y que no se ve dificultada por el conocimiento todavía incipiente de las lenguas del lugar de acogida. Desde el lado de la demanda, ofrecen todo tipo de productos, ubicaciones céntricas y, sobre todo, nunca cierran, una perspectiva cada vez más atractiva para familias en las que trabajan los dos miembros de la pareja, sin olvidar las economías modestas que encuentran los precios de los artículos más ajustados a sus posibilidades. La propia aceptación de esta modalidad comercial entre los consumidores estaría animando a sus promotores a diversificar los negocios, incluyendo en ellos sectores como el textil, el calzado, el pequeño electrodoméstico o la alimentación.Esta situación no deja de incomodar al comercio tradicional, que observa cómo sus características de atención personalizada, proximidad al cliente y calidad contrastada no resultan suficientes para ganar la batalla frente a unos empresarios que levantan la persiana siete días a la semana durante todo el año. No puede hablarse de competencia desleal, porque la normativa actual sólo limita el periodo de apertura en establecimientos de más de 400 metros cuadrados, aunque por tradición se sientan vinculados la mayoría de los minoristas. Pero sí de una inquietud que va a llevar al Gobierno vasco a promover una modificación de la Ley de Actividad Comercial que impondrá a los locales que superen los 150 metros cuadrados un límite de 72 horas semanales y 8 domingos o fiestas al año.La prudencia y un detallado análisis de las consecuencias deben regir cualquier intento de restringir la libertad empresarial. A largo plazo, ni el propio comercio tradicional ni desde luego el consumidor final se verán claramente beneficiados por una regulación siquiera vagamente inspirada por el proteccionismo. Cuestión distinta sería que la atención administrativa se dirigiera a garantizar mejores condiciones laborales para personas procedentes de tradiciones que desprecian los derechos de los trabajadores; o a extremar el control de productos potencialmente peligrosos -juguetes, componentes eléctricos para el hogar- que se comercializan y adquieren en los tan frecuentados bazares.

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