miércoles, octubre 17, 2007

Arte contra las victimas y ética

jueves 18 de octubre de 2007
«Arte» contra las víctimas y ética
DIEZ años después de su inauguración, el museo Guggenheim de Bilbao es una referencia arquitectónica a escala mundial y mantiene una programación artística de notable calidad en el marco del arte contemporáneo. Por ello, es lamentable que la exposición que abrió ayer sus puertas en el famoso edificio de Gehry incluya imágenes distorsionadas de la realidad en el País Vasco, con grave daño para las víctimas del terrorismo y para cualquier ciudadano capaz de discernir entre el bien y el mal. En algunas fotografías expuestas se ofrece el contraste entre el dolor de los familiares de etarras y la actitud altiva de los miembros de la Guardia Civil, presentados en la muestra artística como un supuesto ejército de ocupación. Por fortuna, la negativa rotunda de la familia ha impedido que se mostrara una reproducción de la radiografía del cráneo del concejal del PP Miguel Ángel Blanco en el momento de su agonía en aquel dramático mes de julio de 1997. Dado el perfil de los visitantes del museo, muchos de ellos extranjeros, y el aparente respaldo institucional que supone exhibir las fotografías en sus salas, está claro que se presenta al visitante una visión sesgada y radicalmente falsa de la realidad. En el País Vasco sólo existe una banda de asesinos que hace chantaje al Estado democrático en nombre de su obsesión totalitaria. En cambio, la exposición convierte a las víctimas en verdugos y viceversa, en contra del más elemental respeto a la verdad y a la moral de las personas decentes.
En efecto, la cuestión debe plantearse desde una perspectiva ética. Esta exposición está muy por debajo del nivel habitual de las muestras que suelen pasar por el Guggenheim, que ha exhibido obras de grandes maestros internacionales. Se trata, por tanto, de una muestra impropia de un museo de sus características. Sin embargo, lo peor de todo es la falta de sensibilidad humana que refleja este planteamiento. La creación artística no es -o no debe ser en ningún caso- concebible a espaldas de la ética. Los artistas más brillantes pierden su condición cuando actúan al servicio de una ideología totalitaria: en efecto, hubo artistas de primera fila en el nazismo o el estalinismo, pero su obra queda marcada sin remedio por el oprobio. El mensaje de una obra artística no tiene necesariamente por qué ser arte en sí mismo. Al contrario, en ocasiones es precisamente la expresión del odio lo que distorsiona y desvirtúa su aparente plasticidad. Y mucho más en este caso, porque se trata de un fotógrafo con escaso relieve a nivel nacional y rigurosamente desconocido fuera de nuestras fronteras. Tal vez busca, como algunos otros, ganar un protagonismo efímero a través del escándalo, pero esa es precisamente la actitud que el museo no debe admitir para mantener la marca de calidad exigible. La indignación de las víctimas del terrorismo es comprensible ante estas imágenes, que califican con razón de «lacerantes». Los responsables del Guggenheim deben ser conscientes del error cometido y adoptar las medidas pertinentes al servicio de la verdad y del prestigio de la propia institución.

No hay comentarios: