lunes, octubre 22, 2007

Arcadi Espada, Problemas personales

lunes 22 de octubre de 2007
Problemas personales

Cuando Pasqual Maragall anunció el viernes que dejaba el partido sus compañeros atribuyeron su decisión a "problemas personales": horas después el expresidente convocaba una rueda de prensa en la que detallaba los problemas. Padece Alzheimer. La enfermedad, según sus palabras, le fue diagnosticada en Boston esta última primavera. Fue, precisamente, mientras Maragall se encontraba viajando por Estados Unidos, en mayo, cuando el delegado de la Generalitat en Madrid, Raimon Martínez Fraile, declaró que el expresidente estaba enfermo, y precisó que ni su situación física ni psicológica eran "adecuadas". El diagnóstico de Martínez Fraile se producía a propósito de unas sorprendentes declaraciones de Maragall en las que aseguraba que la reforma del Estatuto había sido un error. Y le salió caro, el diagnóstico: el presidente José Montilla le destituyó porque había faltado el respeto a su antecesor.
No era cierto. El delegado sólo había descrito la situación personal del expresidente. Y lo único que se le podía reprochar, visto desde este octubre, es que no fuera más preciso y que utilizara la enfermedad para descalificar el sentido de las palabras de Maragall. Porque cabe preguntarse cuál fue el comportamiento más cívico y más responsable. ¿El de un socialista que conoce, y desde hace bastante tiempo, cómo su compañero Pasqual Maragall va cayendo día por día en el barranco de la enfermedad mental y trata de frenar la degradación de su imagen pública? ¿O por el contrario es más ética la conducta de todos sus otros compañeros, que tienen la misma información y la callan, aludiendo a la vida privada, al respeto y demás incontrovertibles? Las sospechas sobre la salud del expresidente son antiguas en Cataluña. Nunca hubo dudas sobre el carácter infame de la leyenda urbana (y muy política) que hacía de él un alcohólico. Pero sus intervenciones públicas eran cada vez más compatibles con una de las manifestaciones del Alzheimer: la pérdida del control sobre los mecanismos de inhibición social. Hablando en plata: el descontrol sobre lo que debe decirse y cómo debe decirse.
Jamás habría dudado en publicar el diagnóstico sobre su enfermedad si hubiese llegado a mis manos. Los problemas mentales de Pasqual Maragall no debieron ser jamás un problema personal. Por desgracia lo fueron, y esa sombra se cernirá inexorablemente sobre los últimos años de su actividad pública. Su responsabilidad es, por supuesto, la de cualquier enfermo de sus características. Nula. No se puede decir lo mismo de su entorno. El entorno que, por ejemplo, ha permitido la organización de esa rueda de prensa, tristísima manifestación en sí misma de su enfermedad, donde Alzheimer, Estatuto y Juegos Olímpicos se salían de sus casillas en dramática exhibición de desorden.
Para limpiarme los ojos, mi amigo Xavier Pericay me envía un lejano y soberbio artículo de Gaziel. El doble fondo se llama. Evoca a Joan Maragall y describe su personalidad dual, "el árido cráter" que agrietaba su conducta. Aquellos momentos en que el poeta "al doblar uno cualquiera de sus recodos de ensueño" se topaba con "la vida en bruto". Lo llaman literatura, pero a veces es ciencia.

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