lunes, octubre 08, 2007

Alberto Piri, El embrollo iraqui

martes 9 de octubre de 2007
El embrollo iraquí Alberto Piris*

La política de Bush en Iraq, para los que la observan desde fuera de EEUU, ajenos a los entresijos de Washington donde se cuecen las decisiones que rigen el destino del país, podría calificarse con las mismas palabras que Churchill aplicó a Rusia cuando trataba de entender las peculiaridades de ese enorme y desconocido país cuya ayuda le era esencial para derrotar al nazismo hitleriano: “un acertijo, envuelto en un misterio, dentro de un enigma”.
Pero el paralelismo no puede ir más allá. Comparada con el cerrado régimen soviético de la época, sobre el que sólo unos analistas tenidos por “kremlinólogos” podían aventurar algunos tímidos juicios, la república estadounidense presenta una cristalina transparencia en muchas de sus actividades políticas, y el desconcierto que rodea a la actividad de EEUU en Iraq obedece más a la ineptitud y a la descoordinación que a un oculto y desconocido designio.
Ese desconcierto, que no ha logrado ser disipado ni por las intervenciones ante el Congreso de los dos máximos responsables, político y militar, allí destacados, ni por las repetidas declaraciones de Bush, anunciando limitados planes de retirada gradual de tropas, obedece sobre todo a una triple realidad: no existe todavía una estrategia definida para salir del embrollo iraquí; el mismo recurso al engaño y a la mentira que condujo a la invasión del país se está utilizando ahora para confundir a la opinión pública sobre la situación real de Iraq y las falsas esperanzas de pacificación; y, por último, en ningún momento se ha tenido la intención de abandonar el país de modo definitivo y regresar al anterior statu quo.
Necesitado de prestar atención a Irán y a Israel así como a Turquía (sin olvidar Siria), teniendo presente el petróleo, agitando la bandera de la guerra contra el terrorismo (una de las muchas condecoraciones que ostentaba el general Petraeus en su exposición ante el Congreso es la “Medalla del Expedicionario en la Guerra Global contra el Terrorismo”), incapaz de reconocer los errores anteriores y de excusarse por ellos, empecinado en mantener el rumbo aparente de una política exterior que hace ya muchos meses se le fue de las manos (y de la que el ex presidente Aznar fue fiel colaborador en su momento), Bush se ve imposibilitado de transmitir a su pueblo la imagen que tanto ha cultivado: la del íntegro y resuelto Comandante en Jefe, cuyo pulso no vacila y que busca al enemigo allí donde se encuentre y lo aniquila, al más puro estilo del legendario John Wayne.
Pero ahora, obligado por la opinión pública a tomar decisiones concretas sobre Iraq, Bush sólo ha sido capaz de inventar una frase para los titulares del día siguiente: “return on success”, es decir, retirada tras el éxito. Expresión que nada resuelve, porque no existe una vara de medir que señale cuándo y cómo se alcanza el éxito. Si algo mostró la presentación audiovisual del general Petraeus en el Congreso fue que los gráficos, tablas y estadísticas pueden servir para ilustrar cualquier tendencia favorable; basta con elegir los datos y los parámetros más propicios e ignorar los perjudiciales. Un detalle pasó algo inadvertido: al preguntarle a Petraeus si las operaciones efectuadas en Iraq, por él descritas y alabadas, aumentaban la seguridad interior de EEUU, el general rehusó responder. Fue incapaz de llevar el engaño hasta tan burdo extremo.
Con una frase tan resonante como imprecisa, el general indicó que la estrategia a seguir es: “from leading to partnering to overwatch”. Es decir, que se pretende pasar de dirigir la ocupación militar de Iraq, a compartirla con los iraquíes y, por último, a simplemente vigilarla. Es lo mismo que se intentó hacer en Vietnam, con el resultado por todos conocido. La fórmula, pues, poco tiene de original y sí de augurio de un nuevo fracaso.
Con ese modo peculiar que tiene Bush para hablar en público, intercalando pausas durante las que pasea su mirada sobre los oyentes y pliega la boca en un enigmático rictus (como si se preguntara: ¿habrán entendido mi brillante idea?), declaró que, si se produjera la retirada, el día siguiente sería sangriento y terrible para los iraquíes, en lo que puede concedérsele cierta parte de razón. Pero no se le ocurrió siquiera insinuar que todo eso era debido a la invasión por él tramada y ejecutada, y a la irresponsable actuación de los conquistadores desde el primer momento de la ocupación, y no a la crueldad e incivilidad propias del pueblo iraquí, como algunos turiferarios del presidente vienen afirmando en la prensa que le es adicta.
No se avista, pues, solución al embrollo iraquí en el que unos iluminados Bush, Blair y Aznar metieron al mundo, para mayor gozo de Al Qaeda y sus terroristas afines. Embrollo cuyas consecuencias siguen afectando muy negativamente a toda la humanidad, aunque sean los iraquíes los que estén pagando hoy el más oneroso tributo de sangre.
* General de Artillería en la Reserva

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