lunes, marzo 05, 2007

Rajoy debe pasar el Rubicon hacia la mocion de censura

Rajoy debe de pasar el Rubicón hacia la moción de censura
Por Pablo Sebastián
ALGO tiene que ocurrir como consecuencia de la puesta en libertad de De Juana Chaos por Zapatero. En el Gobierno esperan recibir de ETA algún tipo de compensación y utilizan la furia del Partido Popular y la indignación ciudadana para poner en valor su nueva cesión política, a sólo dos meses del atentado de Barajas. Se habla de un próximo comunicado de ETA que, aunque descubra el cambalache y avive la indignación, reactive la negociación con la banda y ofrezca al Gobierno un asidero para facilitar la presencia de Batasuna en los comicios de mayo, cruciales para su nueva obsesión: la incorporación de Navarra al País Vasco, con el objetivo de que ETA se apunte una conquista que les permita justificar su existencia, porque sin victoria política, la banda nunca dejará de las armas.
Queda poco para las elecciones y en el PSOE se preguntan si Rodríguez Zapatero se ha vuelto a lanzar al vacío sin nada que le garantice un gesto definitivo de ETA, temerosos de que la nueva concesión política a la banda —como lo fueron el encuentro del PSE con Batasuna y la mesa de negociación política, para conseguir el alto el fuego— le resulte insuficiente y constituya la prueba de la debilidad del presidente, que se interna en un laberinto sin salida, ni marcha atrás, ante la airada mirada de un PP que parece incapaz de responder a la crisis con la serenidad e inteligencia que merece el caso.
Estamos ante un Partido Popular donde acostumbran a vivir más de los errores de Zapatero que de sus iniciativas, y donde se tiene la impresión —como ocurrió tras la bomba de Barajas el pasado 30 de diciembre— de estar ante una nueva oportunidad de provocar la movilización de la mayoría de ciudadanos contra Zapatero por la liberación del sanguinario De Juana.
Pero deberían saber que fracasaron en la gestión política del último atentado de ETA, porque tardaron en convocar su manifestación o no debieron exigir un debate que ganó Rodríguez Zapatero y alivió su situación, como ha corroborado la última encuesta del CIS.
Rajoy ha anunciado que convocará a los españoles y ya se piensa en otra manifestación, la enésima, siguiendo la política arriesgada de la permanente presencia callejera, con los himnos y banderas nacionales, a los que se suman los franquistas, carlistas y falangistas para el regocijo de los mayoritarios medios del PSOE. Movilizaciones que podrían recibir una masiva respuesta de la izquierda y los nacionalistas con otras banderas —la tricolor— y otros himnos, camino del salto hacia delante y republicano con el que sueña Zapatero como objetivo final, o fuga a lo desconocido, si se viera perdido o acorralado. La calle no tiene dueño, sino riesgos políticos y de violencia, y si se llega a producir un día la guerra de los himnos y las banderas, alguien podrá decir, como César en Farsalia: «Ellos lo han querido».
Aunque, puestos a citar al emperador, más le valdría al PP jugar todas sus cartas, lanzar el dado y pronunciar la histórica frase del paso del Rubicón, «la suerte está echada», con la inmediata presentación de la moción de censura como consecuencia de la liberación de De Juana, porque Rajoy no tendrá mejor oportunidad, si es que se atreve a cruzar esa frontera, convencido, como estuvo César en su tiempo y su ambición, de que la dignidad de la República, la democracia y las leyes estaban en peligro.
Y esto es lo que debería hacer Rajoy, sin estridencias, ni rasgado de vestiduras, y exhibiendo el discurso de la democracia, un discurso que denuncie el mal gobierno de Zapatero y también el agotamiento de un régimen que, por causa de la ley electoral injusta, que hay que cambiar con premura, ha permitido la entrega al nacionalismo radical catalán de un estatuto que les garantiza la bilateralidad con el Estado y que burla la Constitución; y a Batasuna y ETA, las llaves de la prisión de De Juana y de la dignidad nacional. Y todo ello camino de un estatuto vasco, con o sin Navarra, que culmine el Estado confederal improvisado por Zapatero y puesto en marcha por la puerta trasera de leyes orgánicas que pretenden salir indemnes de su paso por el Tribunal Constitucional, objeto de toda clase de presiones políticas.
Las pretenciosas élites del PP que dan a Rajoy por derrotado en las elecciones de 2008 deberían saber que si el que cruza en esa fecha el Rubicón es Rodríguez Zapatero, el nuevo imperio llegará hasta 2016, porque su avance le permitirá culminar su proyecto confederal en el que ETA ha situado su posible final. Y ello, salvo una hecatombe política o crisis de la economía, convertiría, paradójicamente, en estadista al centrifugador del Estado. De ahí la importancia de la moción de censura que conduzca a la victoria electoral de mayo y a un discurso triunfal en el debate de la nación de junio, camino de las elecciones de 2008, donde todo se va a dilucidar. Para ello le haría falta al PP —como de ganar se trata— lucir sus mejores galas del centro político, al margen de portavoces quedados, de estridencias callejeras y conspiraciones del 11-M que sólo ayudan al fantasma de la Moncloa. Pero si no hay moción, ni discurso, ni victoria electoral en mayo, ni debate triunfal de la nación, entonces ¿a qué esperar con resignación los «idus de marzo» de 2008? Entonces habría que convocar el congreso del PP para las honras fúnebres de Rajoy.

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