miércoles, marzo 07, 2007

Quiñonero, El ruido y la furia de...

jueves 8 de marzo de 2007

El ruido y la furia de...

El ruido y la furia de...
Asumido el tono verbalmente guerracivilista con el que la política antiterrorista enfrenta a la clase política, una mayoría absoluta de observadores internacionales parece resumirla con una legendaria sentencia de Walter Benjamín: «¿El progreso? ¿La política, en el caso español?, eterno retorno de la catástrofe».
En Buenos Aires, Clarín y Juan Carlos Algañaraz adoptan un tono lacónico de color negro azabache: «Crece la polémica entre socialistas y conservadores (...) Se ha llegado a un grado insólito de crispación (...) La pelea política está al rojo vivo (...) Bombardeo político».
En París, International Herald Tribune (IHT) cuenta la misma historia en tonos «rojo sangre»: «Sesión tormentosa ante el Senado (...) Reacciones furiosas (...) Traiciones intolerables a la sociedad civil (...) Traición las tradiciones parlamentarias (...) Protestas nacionales».
En París, igualmente, un vespertino tradicionalmente ultracomedido en su lenguaje, La Croix (cristiano aperturista), se deja llevar del más negro pesimismo a través de una crónica de Valerie Demon: «Se han desvanecido las esperanzas de paz en el País Vasco (...) Fin definitivo de las esperanzas (...) Lo peor ya ha ocurrido: Juana Chaos es ahora un «héroe» a los ojos de los independentistas vascos».
Si Frankfurter Allgemeine Zeitung (FAZ) ha evocado expresamente el retorno de los fantasmas más atroces de la Guerra Civil, el resto de la prensa internacional intenta contener el lenguaje y las conclusiones, limitándose a transcribir acontecimientos que escapan a la comprensión racional, pero que dejan rastros de inusitada violencia verbal, encono cainita que recuerda la cita canónica de Shakespeare: «El ruido y la furia de una historia contada por un idiota, y que nada significa».
A la espera de la primavera meteorológica, el Telegraph londinense publica una larga crónica entusiasmada de Anthony Jefferies, que dice que nada como Sevilla en abril.
Juan Pedro Quiñonero
REVISTA DE PRENSA

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