miércoles, marzo 07, 2007

Quintano, Con langostinos al Gandhi de Legazpia

miercoles 7 de marzo de 2007
Con langostinos al Gandhi de Legazpia

POR IGNACIO RUIZ-QUINTANO
PRIMERO, una verdad progresista evidente en sí: a malo y a sinvergüenza a Aznar no le gana nadie. He aquí el primer dogma de fe en la iglesia del progreso, como el «agit-prop» no se cansa de repetir para que lo interioricen sus feligreses. Sentada esta verdad, vayamos, como en los toros, a «lo negro», cuya lidia corresponde al psicoanálisis.
La pista freudiana para comprender la nueva tragicomedia española la deslizaba aquí, el domingo, con una hoja de afeitar, Juaristi, y pone los pelos como escarpias: el delirio del presidente no tiene salida, venía a decir, porque Rodríguez pelea con un (abuelo) muerto para desposeerle del objeto mítico -la Paz- cuya posesión le atribuye y que él desea con ansias infinitas.
-Nada hay más parecido al delirio de Rodríguez -escribía Juaristi- que el de tres hermanos etarras presos, los Gallastegui, que heredaron de su abuelo, el precursor histórico de Eta, otro deseo asimismo insaciable.
Un amigo mío que sabe mucho de la cárcel, aunque no tiene la menor intención de hacer carrera política, no entiende el «¡Viva la Virgen!» del ministro Rubalcaba con el Gandhi de Legazpia (procedente, por cierto, de una buena familia falangista, como Bermejo, nuestro vindicativo ministro de Justicia), y me abruma con reglamentos:
-Vale que, gracias a las redenciones, con quince años en prisión puedas extinguir treinta o treinta mil años de condena. Pero, si estás en primer grado, no puedes redimir. Vas a pulso. Para progresar de primero a segundo grado son necesarios muchos pasos. ¿Y cómo puede un ministro asumir una decisión que no le corresponde a él, sino a una Junta de Tratamiento?
El humanitarismo.
Todo el mundo sabe que, «par delicatesse», Rimbaud perdió su vida. ¿Perderá Rodríguez su silla por humanitarista?
La derecha, como no es humanitarista, no cree en el humanitarismo de la izquierda, y pone por caso que, cuando Aznar voló por los aires, González no fue al hospital a visitarlo, cosa que seguramente no hizo porque, desde un punto de vista progresista, tratándose de Aznar, la voladura sería un montaje. En cambio, el progresismo español tiene históricamente acreditado su humanitarismo desde que el felipismo socorrió con botes de fabada a don Segundo Marey, cuando nadie, ni siquiera Rodríguez, decía nada. ¿Qué iban a decir? Lo que todos los españolejos humanitaristas en estos casos: «¡A mí que no me toquen el cocido!» O la fabada, claro. (De la negra noche del progresismo ha venido Jáuregui a decir que tenemos una derecha que da miedo, y todavía no ha secuestrado a un solo abuelito.)
Desde luego, hay que ser progresista para huir de las banderas nacionales como Drácula de los escapularios y establecer comparaciones entre lo de Blanco u Ortega Lara y lo del Gandhi de Legazpia. Lo ha hecho, con labio húmedo de poeta lúbrico o probador de guisos de cuchara, Pepiño Blanco, el hombre de primero de Derecho que se pasa la vida en el ágora impartiendo magisterio... de Derecho, mientras la Mujer del Año aprieta los dientes, como en un anuncio de Corega, para reñir a la oposición. Si no fuera porque la oposición es antihumanitarista, atribuiríamos a humanitarismo que nadie le diga a tan venerable señora lo que el gitano andaluz cuando, al apearse del tren en la estación de Atocha, recibió de la locomotora un resoplido de vapor: «¡Esos cojones, en Despeñaperros!»
-¡Esos cojones, con la Eta!
Que la Mujer del Año saliera y, masticando las palabras como quien chupa una corteza, dijera: «¡Se acabó! A partir de ahora, en vez de hacer poesías a los muertos de Barajas, vamos a proceder a la detención de sus asesinos.» Pero resulta que, en nombre del «valor supremo de la vida», que es una cosa que habrá dejado perplejos a aborteros y eutanasieros, Rodríguez ha dado una orden alucinante: «¡Violencia, ni verbal!» De modo que a los etarras su humanitarismo los lleve a no matar mucho, si les dan Navarra, y a Rodríguez, si con Navarra los etarras no matan mucho, lo lleve el suyo a rellenar de langostinos la andorga del Gandhi de Legazpia.
-¡Demandaderooo!
Y demandaderos, gracias a Rodríguez, somos todos. Por españolejos.
IGNACIO RUIZ QUINTANO

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