martes, marzo 13, 2007

Porfidio Critaldo Ayala, Para qué sirve la libertad

miercoles 14 de marzo de 2007
LIBERALISMO
Para qué sirve la libertad
Por Porfirio Cristaldo Ayala
Por lo general, los latinoamericanos valoran la democracia y saben que no es posible avanzar hacia la modernidad sin instituciones democráticas, como quedó demostrado con las dictaduras militares que padecimos en los años 60. Pero, paradójicamente, son muy pocos los que comprenden el papel trascendental de la libertad individual y los derechos de propiedad.
Según el viejo engaño socialista, la libertad es un lujo inútil cuando no se tiene pan. Así pues, la libertad no tendría valor práctico para los pobres. Lo cierto es lo opuesto: sin libertad, los pobres no pueden albergar esperanza alguna. Si no se liberan de los grilletes estatistas, jamás podrán prosperar.

La libertad no es un adorno que sólo interese a los ricos. De hecho, es a los ricos a quienes menos interesa la libertad: su poder económico les asegura el disfrute de generosos fueros y concesiones. Lo mismo cabe decir de quienes ejercen el poder político: hasta en esa gran mazmorra que es Cuba el poder garantiza a quienes lo detentan privilegios parecidos a los que disfrutan los hombres libres.

A quienes más interesa que triunfe la libertad es a los pobres. Los países que salieron de la miseria lo lograron liberando la producción y el comercio y dejando hacer a sus habitantes. No hay excepción: sin libertad, ni hay dignidad ni hay pan.

La libertad como instrumento para el desarrollo no es algo nuevo. El filósofo Adam Smith explicó hace ya 230 años, en La riqueza de las naciones, por qué unos países se enriquecen y otros se hunden en la miseria. En los mercados libres de injerencias gubernamentales la gente promueve el bienestar social aun cuando no lo pretenda (de hecho, si tal fuese su objetivo, comentaba Smith, no lo haría mejor). La libertad económica y la libre competencia tienen como consecuencia el progreso y la armonía entre trabajadores, consumidores, capitalistas y empresarios.

El análisis de Smith no podría ser más acertado. En la Inglaterra del siglo XVIII la pobreza era espantosa, peor que la que se registra hoy en Haití, Bolivia o Paraguay. La producción de la tierra había llegado a su límite y apenas lograba alimentar a los 6 millones de habitantes que por entonces contaba el país. La oportuna liberalización de la economía y la fuerte protección que se brindó a la propiedad privada dieron lugar al "gran milagro" de la Revolución Industrial: en pocas décadas la población se duplicó, y, aunque en un primer momento las condiciones de vida fueron espantosas, el capitalismo derramó el cuerno de la abundancia sobre un pueblo hambriento y salvó de la muerte a millones de personas.

Pero los socialistas tergiversaron la historia e hicieron creer a la gente que el campesino había sido más próspero y feliz que el obrero industrial.

Hoy es abrumadora la evidencia de que la libertad trae el desarrollo. Cuanto más libre es una economía, mayor es la inversión que atrae, más elevados son los salarios y más alto el nivel de vida de la gente. Por el contrario, cuanto más estatista es la economía, mayor es la corrupción, la inseguridad, la violencia y la miseria. No existe un solo ejemplo en la historia de un país en el que las políticas intervencionistas y proteccionistas hayan logrado un crecimiento sostenido capaz de elevar el ingreso per cápita por encima de los 15.000 dólares anuales (la mitad del ingreso de los países más libres).

Ahora bien, no basta con liberalizar, desregular y privatizar los mercados. Sin unas instituciones democráticas sólidas, las reformas desembocan en monopolios y corrupciones. La historia nos enseña que sólo la plena vigencia del Estado de Derecho garantiza la libertad económica, así como los frutos que ésta brinda.

"La plena vigencia..." Y es que no estamos hablando de cualquier democracia. La democracia irrestricta de Chávez, Kirchner, Evo Morales y Nicanor Duarte no defiende la libertad ni la propiedad, sino que, más bien, las destruye. El crecimiento y el bienestar sólo se consiguen en aquellas democracias constitucionales donde se limita estrictamente el poder del Gobierno.

La libertad no es un lujo, y a nadie beneficia más que a los pobres.


© AIPE
PORFIRIO CRISTALDO AYALA, corresponsal de AIPE en Paraguay y presidente del Foro Libertario.

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