lunes, marzo 12, 2007

Memoria y riesgo

lunes 12 de marzo de 2007
Memoria y riesgo

Ayer se cumplieron tres años del asesinato en masa de 191 personas que en la mañana del 11 de marzo de 2004 se toparon con la crueldad sin límites del terrorismo de raíz islamista. Las imágenes dantescas de los vagones reventados y las escalofriantes voces de las víctimas que lograron escapar de la muerte transmitieron sólo una parte del horror. La paulatina identificación de los cadáveres fue poniendo nombres y rostro a quienes les fue arrancada la vida. La narración de su origen, su profesión, sus aficiones y las palabras de sus familiares acabaron ofreciéndonos una magnitud más real, en tanto que humana, de los atentados. En medio de la incomprensible división que afecta a la política, a las instituciones e incluso a las asociaciones de víctimas, es también necesario recordar la serena entereza con la que los madrileños y el conjunto de la sociedad española supieron encajar tan descomunal golpe a la vida y a la dignidad del ser humano. Un golpe que puso a prueba el ánimo cívico y el espíritu tolerante de la ciudadanía. Desde ayer, un monumento recuerda aquel día infausto y a quienes murieron por causa del odio.Sin embargo, es muy probable que la sociedad española no haya comprendido del todo el carácter y la magnitud de la amenaza terrorista que pende sobre ella. De igual manera que los responsables políticos no siempre prestan toda la atención que debieran a la misma. La irresponsabilidad de quienes han alentado durante estos tres años las más absurdas teorías conspirativas para explicar los atentados de Madrid resulta especialmente dañina cuando de lo que se trata es de percatarse del peligro que representa Al-Qaida. Será siempre difícil determinar en qué medida los atentados del 11-M respondieron a la participación de España en la guerra de Irak o si fue la última justificación de la inquina general que los autores de la masacre sentían contra Occidente. También resulta difícil saber hasta qué punto cuando las proclamas de Al-Qaida reivindican Al Andalus o se refieren a Ceuta y Melilla están fijando objetivos netos o cargándose de argumentos para explicar su propia existencia. Pero, en cualquier caso, la detección de células y tramas vinculadas al terrorismo islamista en España constituye una realidad tan insistente como excesivamente difusa para que la ciudadanía tome plena conciencia del peligro. Es posible que España no deba temer más que otros países europeos nuevos ataques del terrorismo islamista. El problema es que el riesgo que corre toda Europa es muy elevado. Atajarlo es una tarea prioritaria que han de asumir las autoridades. Pero su actuación nunca será lo eficaz que debiera si se sostiene sobre una opinión pública renuente a aceptar la gravedad del problema.

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