lunes, marzo 05, 2007

Maria Maizkurrena, Navarra

martes 6 de marzo de 2007
Navarra
MARÍA MAIZKURRENA m/m.maizkurrena@diario-elcorreo.c

Navarra es no sólo una realidad que los propios navarros interpretan e imaginan de formas diferentes, sino la posibilidad de una Historia que pudo ser, pero no fue. Ahora bien, juzgar que Navarra, como Estado vasco, es una realidad frustrada por la maligna y continuada acción de España y Francia nos lleva a imaginar una Historia protagonizada por entes metafísicos, las naciones, que se oponen a lo largo de los siglos y casi de los milenios. Quienes sueñan una Historia protagonizada por el alma de los pueblos sintonizan bien con ese nacionalismo español que también encuentra a España viva y funcionando en los siglos en los que todavía no era. Como un alma o un destino que se forjaba ineluctablemente. Creo que sería más práctico, modesto y menos delirante contemplar la Historia como el juego variable de fuerzas, poderes y azares que dibujan escenarios posibles, los cuales se frustran o salen adelante dependiendo de las condiciones de la realidad, esa cosa molesta que está ahí fuera y que no siempre hace lo que queremos. Las cosas son así un poco (o un mucho) por azar. No son ni más ni menos legítimas que las que pudieron haber sido, que hubieran necesitado sus propios azares, pero que no respondían ni a un plan superior ni a una moral superior. En esas historias de la Historia que casi fueron o que fueron brevemente, me parece que se ve una mezcla de azar y necesidad que va modelando nuestro mundo con los tajos de luchas con frecuencia bastante prosaicas entre los poderes de cada tiempo. Si el demiurgo hiciera el experimento de meter una población más o menos variada en una península, proporcionar las condiciones para que se creen unas estructuras feudales complejas, una sociedad en estado de guerra, al poco tendría unos reinos luchando por la hegemonía y a unos señores, reyes, condes o lo que fuese, habituados a la guerra como medio de vida, que a la mínima oportunidad se harían con los dominios de otros señores, reyes, condes o lo que fuese, para ampliar sus territorios. El pueblo no solía tener mucha vela en aquellos entierros, aunque con frecuencia ponía los cadáveres. Podía, quizás, tomar partido por un señor o por otro. Equivocarse en la elección era nefasto. Navarra tuvo un papel importante en los juegos históricos del medievo. Eso duró un tiempo. Las realidades humanas son perecederas y variables. Pero aunque hubiera permanecido como Estado, no sería hoy la de entonces (¿de cuándo?) ni sería, seguramente, socialista y euskaldun. Quiero decir sólo euskaldun. Navarra habla también romance desde que existe. La propia corte navarra eligió el romance como lengua oficial porque le servía para entenderse con los otros reinos. Esto lo aprendí de mi profesora de lingüística vasca. Y ella no era una furibunda españolista. Que conste.

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