viernes, marzo 16, 2007

Ley de vida

viernes 16 de marzo de 2007
Ley de vida

La Ley orgánica para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, aprobada ayer de forma definitiva, supone el reconocimiento de que la equiparación en derechos consagrada en la Constitución no se ha traducido en una paridad auténtica y, ante tan grave desequilibrio social, asume la necesidad de arbitrar iniciativas que contribuyan a superarlo. La distancia entre la imparable incorporación de la mujer a todos los ámbitos de la vida social y la adecuación de los mismos a esa nueva realidad no se ha cubierto con la celeridad precisa. Por ello la nueva ley es la constatación de las desigualdades que aún persisten, algunas de las cuales -como las diferencia salariales- justifican por sí solas el esfuerzo legislativo. Pero su efecto galvanizador se verá seriamente atenuado si su complejo desarrollo no se realiza eficazmente.Una de las aportaciones más relevantes de la ley es la estrecha vinculación que establece entre el logro de la igualdad y la necesaria conciliación entre la vida personal y laboral, protegiendo las decisiones individuales bajo un paraguas legal común. Dado que la nueva norma intenta subsanar déficits sociales consolidados en el tiempo, su aplicación debería procurar corregir esa realidad encubierta de miles de mujeres que han tenido que sacrificar un puesto de trabajo ya difícilmente recuperable para cuidar de su familia. El empleo es una fuente de independencia económica y personal al que las mujeres no deberían renunciar más que tras una decisión libre de condicionantes injustos. Pero la ley no lo puede todo. Sólo cuando los hombres, los compañeros de vida, interioricen y cumplan sus responsabilidades domésticas y familiares la maternidad o el hogar dejarán de ser factores de desigualdad. Además, existen facetas más sutiles de discriminación, como las que derivan de hábitos de trabajo y excesiva prolongación de la jornada; de la modificación de puesto o tareas tras acogerse a una baja o a una jornada reducida por maternidad o paternidad; o de la limitación de las oportunidades de promoción profesional por dicha causa. La ley trata de romper el 'techo de cristal' que ha venido relegando a las mujeres en la representación política y el liderazgo empresarial. La paridad en las listas electorales o en los consejos de administración puede ser una obligación controvertida, cuyo efecto real deberá además contrastarse con las funciones concretas que, dentro de esa paridad aritmética, desempeñen hombres y mujeres. Pero nadie podrá alegar que la medida comporte consecuencias más negativas que la extrema injusticia que representa la segregación de hecho. Las mujeres no pueden sentirse obligadas a demostrar más valía individual para compensar la discriminación positiva. La Ley no es una concesión, sino el reconocimiento de lo justo.

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