domingo, marzo 11, 2007

Jose Vilas Nogueira, Son gigantes, no molinos

lunes 12 de marzo de 2007
JOSÉ VILAS NOGUEIRA
memoria de los días
Son gigantes; no molinos
Uno de los recursos más convenientes y socorridos para conversar sin discutir es hablar del tiempo (climatológico). Aunque pueda haber discrepancias sobre extremos particulares, no es difícil alcanzar un consenso básico. A partir de la constatación de que esta primavera no es como la del año pasado y, mucho menos, como las de hace cincuenta años, como tampoco lo ha sido el invierno pasado ni probablemente lo será el venidero verano, diagnosticamos de consuno que el clima ha cambiado mucho, no obstante lo cual en verano suele hacer más calor que en invierno, y en Galicia llover más que en Murcia.
Pero también este reducto de concordia se ve amenazado por la agresividad del complejo político-intelectual progre. Una de las tabarras más constantes y exitosas de estos salvadores de la humanidad, que Dios confunda, es la apocalíptica denuncia del cambio climático. Este tipo de funestos presagios tienen larga tradición. Atemorizar a la gente siempre ha sido un medio muy eficaz de controlarla, y si las amenazas son científicas, su virtualidad se eleva exponencialmente (Engels fue un notable adelantado de esta estrategia: sustituyó el "socialismo utópico" por el "socialismo científico"; luego, Stalin lo aplicó y no quedó bicho viviente que resistiese la nueva ciencia).
Cualquiera sabe que el clima de la Tierra ha cambiado, a veces dramáticamente, a lo largo de la historia del planeta. Incluso en la historia de la humanidad (sólo unos pocos años respecto de la primera) el clima ha cambiado. Parece que estamos asistiendo a uno de esos cambios. La temperatura media de la Tierra se ha elevado. Aunque yo no lo noto pues, consecuencia del avance de mi edad, mi temperatura media desciende aproximadamente lo mismo que se eleva la del planeta; aunque la temperatura media de éste sea algo más difícil de medir de lo que a primera vista parece (a veces se presenta como tal la temperatura media de algún punto, considerado crítico, tal el Ártico); en fin, aunque algunas veces los agitadores especializados en la materia asocien al cambio fenómenos meteorológicos sin relación aparente con él, haré como las víctimas del comunismo: no resistiré la ciencia político-intelectual progre.
Pero, lo asombroso no es que el clima esté cambiando; ni que este cambio pueda tener costes elevados para la humanidad, incluso para la civilización (o lo que quede de ella tras la alianza progre-islamista); lo asombroso es el desembarazo con que, en ausencia de evidencias científicas, el complejo intelectual-progre ha identificado al agente responsable del cambio: no es un dios furioso; tampoco alteraciones del equilibrio del sistema solar debidos a fuerzas cósmicas, es la actividad humana. En concreto la emisión a la atmósfera de gases de efecto invernadero, en particular CO2; es el consumo excesivo de energía derivado de la actual civilización industrial.
Al revés que en el libro de Cervantes, don Quijote grita a Sancho: "No son molinos; son gigantes". Claro que los políticos-intelectuales progres no tienen nada de quijotescos. Los popes de la nueva religión no están sujetos a sus mandamientos. Al Gore consume veinte veces más energía que un ciudadano medio norteamericano, cuyo excesivo consumo sería el mayor responsable del calentamiento planetario, y al director ejecutivo de Greenpeace Internacional le encantan las carreras de Fórmula 1. Pelillos a la mar. Por no hablar de la cantidad de energía que se gasta en combatir el consumo de energía.
¿Hasta cuándo abusarán estos caballeros, y señoras, de nuestra paciencia?

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