sábado, marzo 17, 2007

Jose Maria Romera, Estrés

sabado 17 de marzo de 2007
Estrés
JOSÉ MARÍA ROMERA j.m.romera@diario-elcorreo.com

En los estudios sobre Trastorno Postraumático de Estrés de Combate (PTSD, sus siglas en inglés) se ha constatado que los soldados reviven las experiencias de sus batallas en forma de escenas retrospectivas varios años después de haber estado en el frente. Me pregunto cómo podrán soportarlo estos combatientes de ahora que cruzan sus armas en el Congreso, en el Senado, en las tertulias y en los estrados de las manifestaciones callejeras. Porque una cosa son las habituales descargas de adrenalina de la escaramuza aislada, de la ráfaga circunstancial desde la trinchera, y otra algo distinta el constante bombardeo de insultos de grueso calibre y mentiras de armamento pesado lanzado sin descanso y convertido en poco menos que filosofía de vida. He hablado con un corresponsal de prensa extranjero que anda de visita por este teatro de operaciones para elaborar un reportaje sobre hostelería, turismo y naturaleza. En nuestra primera cita se extrañó de que un lugar donde se come tan bien pueda engendrar individuos tan coléricos, pues sostiene la teoría de que un estómago satisfecho es incompatible con cualquier forma, aun la más liviana, de maldad. Pero un día después, ya puesto en antecedentes sobre nuestras descabelladas querellas políticas, conjeturó con gesto de experto galeno: «Esto va a ser estrés de combate». Este experto gastrónomo estuvo destinado en muchos frentes de guerra hasta que, harto de jugarse el pellejo, prefirió dedicarse a llenarlo. De aquella etapa de su vida profesional heredó principalmente dos costumbres: un cierto olfato para distinguir entre las personas pacíficas y las camorristas a las primeras de cambio, y una inevitable propensión a interpretar todos los hechos como acciones bélicas, ya se trate de la cocción de un bogavante, ya del discurso de un jefe de la oposición. Entre pincho y pincho, bien lubricado su pensamiento con los caldos de la tierra, el corresponsal ha acabado convenciéndome. No es que nuestros dirigentes tengan nostalgia de tiempos peores y pretendan retornar -aunque lo parezca- a etapas siniestras de la historia reciente. El estrés postraumático actúa en ellos a la manera de un guión teatral que les obliga a comportarse como si estuvieran en combate. Clínicamente, esta dolencia se manifiesta en síntomas tales como los estados depresivos, la irritabilidad, la rigidez afectiva y el desapego emocional, según los especialistas. Y el cuadro es más agudo cuando el afectado pertenece al grupo de los pendencieros, que es donde el corresponsal encuadra a la mayoría de nuestros agitadores públicos. Es una teoría más, por supuesto. Pero, dada la urgente necesidad de calmar los ánimos y aplicar soluciones al estado general de acaloramiento, quizá no haya que echarla en saco roto.

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