sábado, marzo 03, 2007

Jesus Martinez, Incertidumbre y desasosiego

domingo 4 de marzo de 2007
Incertidumbre y desasosiego
JESÚS MARTÍNEZ HOYOS/PRESIDENTE DE LA ASOCIACIÓN EMPRESARIAL DE TRANSPORTES DE VIZCAYA (ASETRAVI)

El pasado 12 de febrero acudí, junto a un nutrido grupo de empresarios y profesionales vinculados al transporte de mercancías por carretera, a un acto organizado muy oportunamente por el Departamento de Transportes y Obras Públicas del Gobierno vasco para arrojar luz sobre dos cuestiones que ocupan y preocupan especialmente al sector: la implantación del gasóleo profesional y la nueva normativa de autorizaciones.Durante un buen rato, dos cualificados representantes de la Hacienda Foral de Bizkaia expusieron de un modo didáctico y razonablemente claro los trámites y protocolos que tendrán que asumir los transportistas para hacerse acreedores de las modestas bonificaciones que se aplicarán por el consumo de gasóleo. Los representantes públicos hablaron y nosotros tomamos notas afanosamente. Veinticuatro horas después -apenas se había secado la tinta de nuestros apuntes- nos vimos sorprendidos por una noticia, remitida desde Bruselas a EL CORREO por Fernando Pescador, según la cual las autoridades comunitarias pretenden encarecer el gasóleo profesional para limar diferencias de precio entre los socios de la Unión Europea.Una vez más, y son ya demasiadas, nuestro sector se ve sometido no sólo a las lógicas dificultades de adaptación a la multitud de iniciativas, leyes y reglamentos que pretenden regular, fiscalizar y constreñir su actividad sino que, para colmo, este aluvión normativo se fundamenta en criterios técnicos y políticos de extraordinaria provisionalidad. Aludíamos al gasóleo profesional pero podríamos decir lo mismo del galimatías suscitado en torno a los peajes, o de las andanadas padecidas durante los dos últimos años: tacógrafo digital, directiva de Tiempos de Trabajo (pendiente de su transposición a la legislación española), Reglamento de Tiempos de Conducción y Descanso, restricciones a la circulación, etcétera. Malo es ser y sentirse maltratado pero es aún peor saber que el origen de tus problemas depende de instancias no siempre solventes cuyo criterio cambia de un día para otro. Estamos condenados a transitar penosa y permanentemente entre la incertidumbre y el desasosiego, dos sensaciones en íntima vecindad.La verdad es que los transportistas nunca hemos andado 'sobrados' pero la ofensiva sufrida desde la publicación, en el año 2000, del Libro Blanco del Transporte y el desmán cíclico del precio del combustible han estado a punto de conseguir dejarnos en la cuneta. Los que peinamos canas y hemos conocido las penurias de la posguerra tendemos a pensar que si sobrevivimos a los camiones híbridos (eufemismo para denominar a vehículos montados a base de componentes de diversa procedencia) y la transmisión sujeta con alambres no vamos a sucumbir a manos de los euroburócratas. Los fabricantes y cargadores nos prefieren porque somos baratos, seguros, rápidos y versátiles. Ciertos políticos nos detestan porque dicen que contaminamos, causamos accidentes y deterioramos las infraestructuras. Los contribuyentes-administrados demandan nuestros servicios porque necesitan una aprovisionamiento eficiente, los recaudadores-administradores están empeñados en promocionar el transporte ferroviario y el marítimo como alternativa. Con todo, el veredicto de las cifras es claro: durante 2006, por ejemplo, el transporte de mercancías por carretera asumió la inmensa mayoría del incremento de carga registrado.Nadie sensato duda a estas alturas de que ciertos tráficos deberán ser transferidos a los modos marítimo y ferroviario. Nadie en su sano juicio puede ignorar el riesgo cierto de congestión de determinadas infraestructuras o ser insensible a los llamamientos -cada vez más clamorosos y perentorios- a la implantación de prácticas sostenibles. Sin embargo, ninguna gestión inteligente puede inspirarse en acabar por asedio con lo que marcha muy bien para primar por la vía de la subvención lo que aún no funciona con el grado de eficiencia requerido por el mercado.Con todo, nosotros seguimos reivindicando nuestra condición de servicio público de primera magnitud, de resorte básico y estratégico de aprovisionamiento de la población y la industria, de generador de puestos de trabajo y de riqueza. A los que nos atormentan a través de los boletines oficiales sólo puedo decirles que la sociedad nos necesita y que, pese a todo, seguimos gozando de una acreditada y proverbial mala salud de hierro.

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