viernes, marzo 16, 2007

Ismael Medina, La antiespaña emerge de nuevo

viernes 16 de marzo de 2007
La Antiespaña emerge de nuevo
Ismael Medina
C REO recordar que era Valentín Puig, columnista de "ABC", quien reprochaba al cardenal Rouco la inquietud que había manifestado a causa de un laicismo de la izquierda que suponía un retorno a la II República. Una evidencia que escuece a los empecinados en sostener que vivimos en democracia, pese a los desvaríos de Rodríguez y su gente. Pero este retroceso hacia la II República no solo afecta a la Iglesia Católica. Abarca a otros espacios vitales de una normal convivencia entre los españoles, la unidad de España, la soberanía del Estado, la independencia de las instituciones básicas y el funcionamiento de una democracia creíble. Desviaciones todas ellas a las que me he referido con insistencia. Interrumpí en la revolución de octubre de 1934 y en sus resultados inmediatos la serie de réplica al engendro de la "memoria histórica" aventado por Rodríguez. Y aunque en otra ocasión trataré de lo que concierne de manera específica a la cuestión religiosa, hoyabordaré el tema de esta ominosa regresión con referencia a un paralelismo inquietante.: la claudicación de Rodríguez ante los secesionismos periféricos y el terrorismo etarra, difícilmente separables; y las impunidad de que gozaron los principales cabecillas de la revolución del 34, merced al chantaje de que Niceto Alcalá Zamora, presidente de la República, hizo víctima al gobierno que presidía Alejandro Lerroux. MEMORIA HISTÓRICA VERAZ Y NECESARIA No volveré sobre lo que escribí acerca de aquel proceso que condujo de manera inexorable a la guerra civil. Me limitaré a unos mínimos recordatorios que avalan el paralelismo entre un ayer y un hoy tan hoscos como bochornosos. Alcalá Zamora, excediéndose de sus poderes constitucionales, no sólo consiguió que a los responsables máximos de la revolución de octubre en Asturias y Cataluña no se les aplicara la pena de muerte a la que fueron condenados (la pena máxima estaba reconocida por la Constitución de 1931 para casos de guerra y aquella revolución lo fue). Condenas ratificadas por el Tribunal Supremo y que el gobierno respaldaba. A despecho de la legalidad vigente y mediante una interpretación falaz del artículo 81 de la constitución, se arrogó la potestad del indulto. Conviene recordar dos de los retorcidos argumentos utilizados por Alcalá Zamora: respecto del fusilamiento de Pérez Farrás (miembro relevante de la masonería en Cataluña, por cierto) arguyó que su cumplimiento los convertiría en "mito heroico de las libertades catalanas, elevándolo a los altares del culto separatista"; e insistió en que" si se aprobaban los fusilamientos, habrían arrastrado, para impedir contrastes de equidad, al de los consejeros del Gobierno autónomo de Cataluña, lo cual hubiera hecho la vida imposible dentro de la Península". Sirvió de infame coartada el fusilamiento del sargento Vázquez, mero instrumento revolucionario de quienes prepararon y dirigieron la insurrección. Asistía la razón al ministro cedista Jiménez Fernández cuando dijo que "los revolucionarios aparecen como vencedores". Podría sostenerlo ahora, si viviera, respecto de los nacionalismos secesionistas y el terrorismo. ¿Y cómo pasar por alto lo referente a los cabecillas de la insurrección de Asturias? Teodomiro Menéndez, diputado socialista, intentó escapar de la policía arrojándose desde una ventana y compareció en camilla ante el Tribunal. Le esperaba la condena a muerte, igual que a González Peña y otros. Le benefició el precedente de González Peña. Alcalá Zamora no cejaba en su empeño de que prosperase su indulto y Lerroux cedió. Justificó el resultado previsible de la comisión creada a favor del indulto de González Peña en que "si han de entrar en conflicto sus sentimientos y su deber, siempre se inclinará por sus sentimientos". No me extenderé en demasía con estos recordatorios. Los resumo en unos datos que considero lo bastante expresivos: Indalecio Prieto consideraba con relación a las divisiones en la izquierda que "nuestra ceguera permitió que nos ahorcaran con la cuerda que nosotros habíamos trenzado", y reclamaba que para ganar la batalla era necesaria una coalición que consiguiera adeptos en espacios a la derecha del socialismo, entre los que figuraban sectores de Izquierda Republicana y los partidos conservadores de los nacionalismo catalán y vascongado; Alcalá Zamora, mientras tanto, intentaba conseguir excisiones la CEDA contra la cual se desencadenó una fuerte campaña de aislamiento político y parlamentario en la que cobraban fuerza los insultos y las calificaciones de "fascista"; ya recrecida, la izquierda demandaba una amnistía para todos los implicados en anteriores acciones revolucionarias; cobró fuerza la pretensión de que se procediera a una reforma constitucional; los nacionalismos catalán y vascongado resurgían con mayor fuerza reivindicativa; piquetes socialistas, comunistas y anarquistas atacaban sedes de los partidos contrarios y asesinaban a sus contrarios, con especial fruición los dos primeros si se trataba de militantes de Falange Española; Gil Robles, mientras tanto, se aferrada a la esperanza de que se resolvieran por la vía de la legalidad democrática un dramático conflicto en que ésta era vulnerada de continuo, incluso desde la Presidencia de la República. Añadiré por último que a raíz de la crisis de gobierno provocada por el Presidente de la República y tras designar a Chapaprieta para sustituir a Lerroux, el bloque conservador ofreció un homenaje a éste que irritó a Alcalá Zamora y le incitó a un iracundo discurso en el curso de una reunión del Consejo de Ministros. Lerroux dejó escrito a este respecto: "A partir de este momento histórico, la República comenzó a naufragar. La pilotaba un demente y llevaba a bordo, sin percatarse de ello, el explosivo y la traición". MARCHA ATRÁS DESDE LA ESQUIZOFRENIA A LA DEMENCIA POLÍTICAS ¿Se creerá exagerado que, a tenor de lo expuesto, establezca un parangón entre Alcalá Zamora y Rodríguez, aún a sabiendas de que aquél, letrado del Consejo de Estado y culto, poseía una sólida formación jurídica, mientras éste carece de todo ello y mucho más? A los dos, sin embargo, les identifica el resentimiento. Plausible en alguna medida contra cualquier especie de la derecha el de Alcalá Zamora y en cuyo origen estaría el veto de la Dictadura de Primo de Rivera a su elección como académico de la Lengua, cuyo sillón ocuparía Antonio Machado. El de Rodríguez, por el contrario, no puede aferrarse a agravios políticos que le infiriera el régimen de Franco en el que prosperó su padre como abogado. El suyo nacía de un sentimiento íntimo de fracaso personal, incluso en el ámbito de su afición al baloncesto. Envidiaba a los que triunfaban en su entorno y soñaba con la revancha. Había cumplido Rodríguez quince años cuando murió Franco y se afilió al PSOE en 1979. Todavía en aquel periodo exhibía el socialismo un demagógico tintado marxista que le llevó al acuerdo firmado con el PCUS entre cuyos compromisos figuraba el de impedir que España entrara en la OTAN. Un radicalismo que le impregnó hasta el tuétano y que en el fusilamiento de su abuelo paterno (el materno marchaba por el carril contrario) encontró el asidero para sentirse víctima de Franco y de la derecha. Debió aguardar hasta las elecciones de 1986 para obtener la condición de diputado por León, al amparo de las listas cerradas y bloqueadas. A partir de ese momento se convirtió en un disciplinado y poco relevante burócrata del partido, mero transmisor en las comisiones parlamentarias de las directrices que le marcaban quienes en el seno de la ejecutiva eran dueños del cotarro. Durante aquellos muchos años de dócil vigilia aprendió una lección que le valdría para mantenerse en las estructuras superiores del PSOE y que Duverger definió con lucidez: "Aquel que puede privar a alguien de sus medios de vida, puede obtener fácilmente su obediencia". Rodríguez nunca osó asomar la oreja de la insubordinación. Como tantos otros en cualesquiera ámbitos de la partitocracia, su medio de vida holgada era el oficio político. Fuera de él pasaría desapercibido y habría de ajustarse a unos ingresos de ir tirando. La gran ocasión, y no por méritos propios, se le presentó el año 2000 a raíz de las quiebras internas que emergieron en la dirección del PSOE tras el logro de la mayoría absoluta por el PP en las elecciones de marzo. De cara al 35 Congreso Federal del PSOE una de las facciones enfrentadas a las candidaturas de Almunia y de Bono a la secretaría general irrumpió con un proyecto de renovación denominado "Nueva Vía" al que se sumó Rodríguez. Un programa de radicalización hacia la izquierda cuya relectura aclara en no pocos aspectos la actual deriva de Rodríguez. Lo que ocurrió en aquel enrarecido congreso es de sobra conocido. Convertido Rodríguez en propicio mascarón de proa de la "Nueva Vía", el guerrismo le alzó con la victoria por el exiguo margen de seis votos sobre Bono. Se suponía que, habida cuenta de su escasa entidad para el liderazgo, sería un secretario general de transición y que le haría caer un previsible fracaso en la siguientes elecciones generales. La matanza del 11 de marzo de 2004, tres días antes de las elecciones generales y su utilización artera bajo la dirección de Pérez Rubalcaba al más puro estilo revolucionario de los años treinta, sentó a Rodríguez, "por accidente", en el sillón de mando de La Moncloa. Fueron tan oportunos los atentados de los trenes de Atocha y también planeado y ejecutado su aprovechamiento que siempre perdurará la duda sobre las fuentes de inducción, aún en el caso de que la Justicia atribuya la autoría a quienes ahora se sientan en el banquillo de los acusados. PARALELISMO ENTRE LA MONARQUIA REPUBLICANA Y LA REPUBLICA ANTIESPAÑOLA Estoy persuadido de que Rodríguez tiene un conocimiento superficial y tópico de la segunda República y de su continuación radicalmente revolucionaria en la tercera. Y de que si hoy viviera Lerroux no sólo lo motejaría de demente, como a Alcalá Zamora, sino que su juicio sería aún más demoledor y denigrante. La esquizofrénica deriva de Rodríguez hacia la reedición del periodo republicano reproduce con llamativo mimetismo panfletario los hechos que reseñaba al comienzo. Y no se precisa mucha imaginación para percibir que los actuales no difieren de aquéllos en lo fundamental. Sólo cambian las circunstancias y los actores. Los efectos perseguidos son los mismos. Pero hay algo más relevante en la paranoia regresiva de Rodríguez. No puede atribuirse a uno de sus habituales lapsus conceptuales trastocar en "monarquía republicana" los términos constitucionales que definen el actual sistema de monarquía parlamentaria. Monarquía y república son formas políticas antagónicas cuya entidad muy pocos desconocen. Supongo que también lo a aprendió cuando estudiaba Derecho. Pero ocurre que Rodríguez se siente y se conduce como si, cual reencarnación de Alcalá Zamor y de Azaña a un mismo tiempo, ya fuera presidente de la república y considere al monarca como un añadido anómalo a cuya eliminación se procederá cuando la coyuntura lo propicie. Cuando el proceso revolucionario en marcha desemboque en el objetivo perseguido de perpetuación totalitaria en el poder mediante una estrategia copiada de la revolución bolivariana de Chávez, al que admira y sigue en sus métodos, además de atrapado en un neomarxismo simplista y en un visceral antinorteamericanismo. Invito a los lectores a que profundicen en el análisis de las analogías a que me refería al reseñar los datos mas significativos del periodo posterior a la revolución de octubre del 34. Anotaré las actuales con el mismo orden: * La coalición parlamentaria que sostiene a Rodríguez en el poder reproduce aquella extensión a izquierda y derecha que reclamaba Prieto. No es necesario que enumere los partidos minoritarios que la integran. Pero añadiré que la más sustantiva radica en el intercambio de sustanciosos cromos con los más poderosos grupos financieros y empresariales. * El descarado empecinamiento en aislar y desahuciar al Partido Popular de cualquier posibilidad de alternancia en el poder con parejas artes y descalificaciones a las que se utilizaron contra la CEDA. También los populares son ahora motejados de caverna, fascismo, y ultraderechismo. * Lo sucedido con el sanguinario terrorista De Juana Chaos no sólo recuerda lo que preveía Lerroux sobre la prevalencia del sentimiento partidista sobre la razón de Estado en la comisión creada para respaldar los indultos que, a contrapelo de la Justicia y de la Ley, exigía el presidente de la República. Una falacia a la que enseguida se sumó Baltasar Garzón al dejar en libertad "provisional" a José Elosúa, implicado en la filtración a ETA de que estaba en marcha una acción policial contra su trama de extorsión. Una infamante claudicación del poder del Estado, inseparable de las protervas negociaciones con el bandidaje etarra, nada diverso éste en sus sangrrientas consecuencias del que se registró durante la revolución de octubre. Tampoco en la proclividad a la amnistía que exige ETA-Batasuna para los suyos que cumplen condena o siguen en activo. * También ahora cunde a izquierda y derecha la demanda de una reforma constitucional cuya desembocadura es impredecible si llegara a consumarse. * Los separatismos catalán y vascongado, al que ya se suma el gallego, son hoy mas fuertes y amenazadores que tras la desventurada condescendencia impuesta por Alcalá Zamora hacia los culpables de la revolución de octubre del 34. En su paranoica deriva hacia un indefinido confederalismo, inseparable de las negociaciones subrepticias con el bandolerismo etarra, Rodríguez ha ido muchos más lejos que la II República con su impulso al inconstitucional Estatuto catalán y los en ciernes. * Se multiplican las agresiones a sedes y miembros del PP, junto a nada veladas amenazas que pueden resumirse en un articulo del director de comunicación del Ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid. No contento con titularlo "Aznar también es el Anticristo", invita a la aplicación de "sanciones administrativas" a los militantes populares y "abroncar" a su votantes, lamenta que no sea legal "entrullar y torturar" a sus dirigentes. ¿Y acaso no equivalen la guerrilla urbana de los alevines de ETA-Batasunay el atentado de Barajas a la extrema violencia que la izquierda practicaba en toda España en aquellos lejanos tiempos? * También, al igual que entonces Gil Robles y la CEDA, Rajoy y la dirección del Partido Popular creen en la prevalencia del Estado de Derecho y se asen a la esperanza de que el proceso de la revolución en marcha pueda ser contenido desde la legalidad del juego democrático y la constitución de 1978, así como en la capacidad disuasiva de una manifestación como la multitudinaria del pasado 10 de marzo en Madrid. Tan espectacular por su entraña patriótica que la más solvente prensa extranjera la considera como un serio revés para la desquiciada deriva guerracivilista de Rodríguez y su gobierno la cual, se insiste, conduce a un desenlace nada diverso del que se vivió en la República. Creo haber justificado la tesis del paralelismo entre la república de Alcalá Zamora, extremada luego bajo Azaña, y la república hacia la que nos empuja Rodríguez. Pero ya que he aludido a la manifestación del 10 de marzo, no me resisto a incidir en orto paralelismo entre lo que viví en aquellos lejanos tiempos y la reacción del entorno de Rodríguez ante la espectacular marea patriótica de banderas de España. El enojo socialista y de sus acompañantes parlamentarios les ha hecho caer en necias y torticeras acusaciones para ocultar la evidencia de que ellos no las despliegan al tiempo que en sus manifestaciones abundan la republicanas que sí son preconstitucionales y anticonstitucionales. La izquierda republicana que ahora resucita Rodríguez enarbolaba entonces la bandera roja en sus manifestaciones y se gritaba "¡Muera España!" y "¡Viva Rusia!". Desparecida la Unión Soviética, no cabe hoy su invocación como modelo revolucionario. Pero existe una inocultable repugnancia a dar vivas a una España a cuyo despedezamiento se procede desde La Moncla, Ferraz y también ahora desde las logias.

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