lunes, marzo 05, 2007

Ignacio Camacho, El cartero esta de vuelta

lunes 5 de marzo de 2007
El cartero está de vuelta

Por Ignacio Camacho
LA lección más amarga que dejó el 11-M fue la de que en España se puede cambiar un Gobierno con una bomba. Si los ciudadanos no hubiesen descargado su cólera y su miedo en una sacudida emotiva y rabiosa contra el poder vigente, la amenaza del terrorismo habría quedado amortiguada por la firmeza de una nación capaz de resistir unida el sufrimiento. Pero aquellos días de plomo abrieron una grieta que no se ha cerrado en la sociedad española. Y no porque muchos compatriotas aún sigan desconfiando, más visceral que objetivamente, de la autoría del atentado, sino por una razón mucho más profunda e inquietante: desde entonces todo el mundo sabe que el terror es un arma electoral. Y además, un arma reversible.
El primero que lo sabe es el presidente Zapatero, beneficiario indirecto, mal que le pese, de aquella convulsión dramática y conmocionada. De alguna manera, quien llegó al poder gracias a la división generada por un atentado es consciente de que puede salir del mismo modo. Las cosas habrían podido ser distintas si nada más tomar posesión hubiese emprendido una tarea de reconstrucción anímica y moral de una sociedad quebrada, pero en vez de eso se embarcó en una deriva de ruptura y divisionismo que ha extendido hasta los límites de la memoria de la guerra civil. Y, sobre todo, abrió sin consenso la agenda más osada, la del diálogo con los terroristas, saltándose su propio programa y derramando el tóxico de la discordia en una escena ya envenenada por el enfrentamiento.
Todo lo que está pasando, esta atmósfera eléctrica, este clamor de infamias, este chantaje que sobrevuela la nación y proyecta torvas sombras sobre el futuro, es consecuencia de la irresponsabilidad de un gobernante que no ha medido sus fuerzas ni atendido al más elemental sentido de la prudencia política. Y que ahora se mueve bajo el miedo a la reanudación del terror, lo que le convierte en un pelele en manos de los administradores de la violencia.
De todas las débiles, casi estúpidas razones con que el Gobierno intenta justificar la excarcelación de De Juana Chaos, esa ignominia que ha sembrado de vergüenza y estupor el país entero, la única creíble es la que sólo circula en voz baja. Si el asesino moría, ETA iba a volver a poner muertos sobre la mesa. Y se derrumbaría el único argumento que sostiene ahora mismo la agenda raquítica y exangüe del presidente, que quedaría a merced de una nación envuelta, como hace tres años, en la desesperación y la cólera.
Por eso es tan pavorosa, tan alarmante, tan amenazadora, la cesión al chantaje. Porque ha quedado claro que el Gobierno está temblando ante la mera posibilidad de un ataque etarra, y ha enseñado de forma clamorosa su vulnerabilidad. Ahora no tiene vuelta atrás: los extorsionadores nunca se conforman.
Lo más triste es que la lección del 11-M no haya servido para nada. Que tres años y muchas broncas después, el cartero del terror -da igual de qué terror- está de vuelta. Con la mano en el timbre y con un Gobierno que suda entre escalofríos, dispuesto a cualquier cosa con tal que pase de largo.
IGNACIO CAMACHO

No hay comentarios: