sábado, marzo 17, 2007

El comunismo chino descubre la propiedad

sabado 17 de marzo de 2007
El comunismo chino descubre la propiedad
EL Parlamento chino ha aprobado en su última sesión un conjunto de medidas que van a marcar un rumbo muy esperanzador para la reforma de un régimen que oficialmente sigue gobernado por el monopolio del Partido Comunista. En efecto, con el histórico reconocimiento del derecho a la propiedad privada, China da un paso fundamental para la construcción de una sociedad de ciudadanos libres y, con la supresión de las ventajas fiscales a las empresas extranjeras, devuelve a la economía mundial cierto equilibrio y proclama su voluntad de dejar de ser simplemente una gigantesca manufacturera de productos baratos que distorsionan las reglas del mercado.
El respeto a la propiedad es uno de los factores esenciales de la libertad, porque hace a los ciudadanos dueños del fruto de su trabajo y les da el arma más importante para protegerse de las arbitrariedades del poder y dejar de ser considerados como esclavos. Los inmovilistas del Partido Comunista han estado boicoteando desde hace catorce años esta medida, a sabiendas de que se trata del germen de una nueva sociedad en la que ha de florecer necesariamente la democracia política y social. Ni siquiera ellos han podido evitar que la medida se hiciera imprescindible con el avance de los mecanismos de la economía de mercado, aunque ésta se mantenga todavía bajo el férreo control del Estado. Cuando casi la mitad del PIB chino procede ya de la iniciativa privada, los dirigentes del régimen comunista han tenido que rendirse a la evidencia de que, para luchar contra las crecientes desigualdades sociales que se están registrando en el país, es necesario introducir la propiedad privada como el mejor factor de protección de los más débiles, incluyendo los campesinos.
La Asamblea también ha decidido igualar la carga impositiva de las empresas extranjeras y las chinas, lo que significa que unas y otras van a competir en igualdad de condiciones. El capitalismo chino ya se siente lo bastante fuerte como para atreverse a medirse sin muchas protecciones artificiales con las compañías occidentales, lo que significa que pretende convertirse en una economía más «normal».
Dadas las dimensiones de China, esta pretensión parece destinada a tener graves repercusiones en la economía del resto del mundo. El Parlamento ha decidido también la creación de una entidad que se encargará de gestionar las inversiones realizadas a partir de las multimillonarias reservas en divisas que ha obtenido el país durante todos estos años de crecimiento sideral, lo que quiere decir que pronto podremos ver desde deslocalizaciones de empresas chinas hacia mercados de mano de obra aún más baratos que el suyo, o entradas bruscas de capital chino en países desarrollados. Tal vez no falte mucho para asistir, en vez de a una guerra entre multinacionales europeas, a operaciones dirigidas desde los consejos de administración de la nueva China.

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