lunes, marzo 05, 2007

Demetrio Pelaez, Cervecita con cacahuetes "pal" primate

martes 6 de marzo de 2007
Cervecita con cacahuetes "pal" primate
Vaya por Dios, hombre, vaya por Dios. Ahora resulta que los neurólogos, malditos sean, han demostrado científicamente lo que casi todos, salvo los que ahora marcan la pauta del pensamiento único, sabíamos sin necesidad de haber estudiado nada al respecto, sólo a través del arte de la observación.
El caso es que la ciencia ha hablado claro y sus más doctos representantes, los de Nueva York, Madrid, Beirut y Compostela, coinciden al señalar que el cerebro del hombre y de la mujer no son iguales y que Felipín y Antoñita, por lo tanto, piensan y sienten diferente desde que son simples fetos. Tal cosa, dicha así, no parece tener una gran trascendencia, pero muchos intelectuales de merendero deben estar que trinan al ver que dichos señoritos, los neurólogos de marras, no han tenido reparo alguno al tirar por tierra todas esas campañas supuestamente progres que van mucho más allá de la justa y necesaria igualdad de sexos en todo lo que son derechos y obligaciones (en el ámbito laboral, por ejemplo, aún no se ha conseguido), sino que buscan, enarbolando la bandera del no sexismo (que debería significar otra cosa), acabar con muchas actitudes en absoluto insanas y que, para colmo, llevamos impresas a fuego en el ADN.
Ripitimos, lo dicen los mejores neurólogos, ya saben, esos tipos especializados en poner freno al progreso. Las preguntas, a partir de este momento, son muchas. Por ejemplo, ¿qué van a decir ahora los machacas que andan todo el día instruyéndonos a los papás sobre lo que debemos o no regalar a nuestros hijos e hijas en Navidad? ¿Debemos seguir haciéndoles caso y sintiéndonos mal si compramos a Puri una muñeca meona, porque ella la pide libremente, y a Cristobalín, ese cabroncete rústico, un fuerte lleno de vaqueros asediados por apaches? ¿Tendremos que seguir pensando que somos unos tarados y que los pitufos que hemos tenido son, además de machistas, más raros que un perro verde? ¿Han de sentirse poco evolucionados los homoinsapiens que disfrutan con los coches, con la cerveza acompañada de cacahuetes y con las películas de guerra? ¿Serían mejores ciudadanos, maridos y padres si gozasen más con las revistas de decoración, las petunias y las películas de llorar mucho? Aún hay más: ¿Un tipo es menos sensible si prefiere a los Rolling que al pesadito de Pavarotti o a los frikis de Il Divo? ¿Y por qué una mujer es más completa y moderna si tira más hacia las motos que hacia las casas de muñecas?
Los estereotipos radicales nunca se ajustan a la realidad y son totalmente injustos, pero la ciencia ha hablado y ha dejado claro que los hombres y las mujeres, en general, tienen sensibilidades diferentes. O sea, que un tipo al que le van las películas de tiros no es necesariamente un tarado del sector primatre, sino que entra dentro del patrón, lo mismo que una mujer que sienta repelús por los tontorrones héroes de tebeo. Dejémonos ya, por tanto, de marear la perdiz, que cada cual haga lo que quiera y asumamos que, seguramente gracias a esas diferencias, la humanidad funciona.

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