sábado, marzo 03, 2007

Decepcionante

domingo 4 de marzo de 2007
Decepcionante

La izquierda abertzale se había encargado de crear expectativas en torno a las novedades que iban a producirse en el acto que ayer celebró en Pamplona. Una vez más, las ha defraudado. Ninguna novedad relevante hubo en las palabras de Pernando Barrena y de Arnaldo Otegi, como no fuera su provocadora comparecencia en la convocatoria. Sus discursos consistieron en una combinación de autobombo para consumo interno y de crítica a los partidos que serían sus más directos rivales en la complicada hipótesis de que se presentaran a las próximas elecciones. Cabe deducir, por tanto, que la izquierda abertzale o bien no tiene aún decidido cómo tratar de hacerse un hueco normal en la legalidad democrática, o bien espera a que sea ETA la que le abra el camino con alguna indicación pertinente. Y, así, el acto de Pamplona pudo servir para que los militantes recibieran un soplo de ánimo de sus líderes, pero en nada ayudó para que quienes no pertenecen a ese mundo se aclararan sobre el futuro inmediato de la organización. Probablemente, todavía son muy fuertes las resistencias a aceptar la condición básica que el Estado de Derecho les impone para poder actuar dentro del sistema en pie de igualdad con los demás partidos democráticos. Esto es, la desvinculación total y definitiva respecto de la violencia.Mientras tanto, la polémica en torno a la decisión adoptada por el Gobierno en el caso del recluso Iñaki de Juana Chaos divide cada vez más a los partidos y a la sociedad en general. Se da así la paradoja de que, en lugar de haber fortalecido la unidad para presionar a la izquierda abertzale con el fin de que ésta se hiciera cargo de las consecuencias de exclusión que para ella debería haber tenido el atentado de Barajas, los partidos democráticos se han dedicado desde entonces a elevar sus legítimas discrepancias a la categoría de un enfrentamiento total que está a punto de rebasar los límites de lo permisible. La izquierda abertzale puede así sentirse aliviada para retrasar sus decisiones, mientras las fuerzas políticas se desgarran en una lucha que tiene más que ver con los intereses particulares de cada uno que con el general de acabar, entre todos, con el terrorismo.Los procesos electorales que se avecinan no hacen previsible un cambio en estas actitudes. Está ya de más, por tanto, cualquier llamada a la cordura, que podría ser tomada como ingenuidad. Sólo cabe esperar que el temor al distanciamiento que una confrontación excesivamente agria y prolongada podría producir en el electorado haga entrar en razón a los líderes políticos y les induzca a situar el actual enfrentamiento en los términos de la discrepancia que es razonable en un sistema democrático. La violencia que ya se hizo ayer presente en el ataque a la sede de un partido debería servir de advertencia adicional.

No hay comentarios: