sábado, marzo 17, 2007

Carlos Luis Rodriguez, El gran tabú

sabado 17 de marzo de 2007
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
El gran tabú
En un escenario presidido por la efigie de Mao, los comunistas chinos aprueban lo que en jerga marxista sería la propiedad privada de los medios de producción, o sea en cristiano, la propiedad privada. El gran timonel ni se inmutó. Quién sabe si con su capacidad previsora no se imaginó que un día el Partido se convertiría en una gran empresa, sus dirigentes en capitalistas rojos, y China, en general, en la tierra de promisión de los inversores de todo el mundo.
El caso es que el país que albergó la versión más dura del leninismo acoge hoy una de las variantes más crudas del capitalismo. Es la prueba de que el determinismo histórico es una falacia. Existe el azar, la casualidad, lo imprevisible. Más que estar escrito, el futuro es una página en blanco en la que puede aparecer cualquier cosa, incluso una alianza de PP y BNG. Quienes se rían ante la hipótesis deben de pensar antes en China y en esa Asamblea Nacional-Popular (curioso paralelismo) que consagra el lucro burgués, ante la oblicua mirada de Mao.
Es el líder popular Feijóo quien hace por segunda vez el guiño, pero fue en Vigo donde se plantó la semilla. En esa ciudad se produce un interesante experimento que consiste en que gobierne Corina Porro con instrumentos que en gran parte son una herencia nacionalista, como el Plan de Ordenación. Si estamos de acuerdo con que el urbanismo es el capítulo fundamental en la gestión municipal, peperos y bloqueros están de acuerdo en lo fundamental y además en la primera ciudad de Galicia.
Desde luego que discrepan en muchas otras cosas, pero habría que analizar con cuidado las discrepancias y convergencias viguesas, y compararlas con las que se dan en la Xunta de Galicia entre PSdeG y BNG. Tal vez llegáramos a la conclusión de que en el Gobierno autonómico existe una coalición ficticia, al tiempo que en Vigo está vigente una coalición oculta.
Sin embargo, una alianza así es tabú. La cultura política galaica más ancestral enseña que hay una frontera que no se puede rebasar. Quien lo haga tendrá sobre sí la acusación de traidor, y quien lo insinúe, se arriesgará a ser considerado heterodoxo. ¿Cuántos anatemas habrá recibido Feijóo de su partido o aledaños, exigiéndole que vuelva al discurso que escarba en las relaciones batasunas del nacionalismo gallego?
Es un tabú muy poderoso que tiene un gran beneficiario. Mientras siga en pie, la derecha permanecerá condenada a la mayoría absoluta, y el BNG obligado a ser subalterno de los socialistas. El caso Navantia es un ejemplo indiscutible. El presidente puede actuar como actúa porque no hay peligro de que sus socios se enojen, den un portazo y busquen cariño en otra parte. No hay otra parte. No podrían rehacer su vida con otra, como pasa en las parejas; han de resignarse a soportar el mal trato político.
El gran beneficiario del tabú es el PSdeG. Le basta con invocar la sagrada unidad de la izquierda, para tener un seguro de vida en el que sólo se puede alterar la proporción. El partido de Touriño ha conseguido que la gran prueba para demostrar que se es verdaderamente progresista sea pactar con ellos, en los ayuntamientos, en Santiago y Madrid. Una situación confortable, que se repetirá tras las elecciones de mayo.
Dicen que China es la gran potencia del futuro. Va camino de eso, gracias a derribar tabúes, siempre bajo la mirada vigilante de Mao. Es un recordatorio para los que piensen que las fronteras políticas son inmutables. ¿Acaso no fueron un poco maoístas los bisabuelos del moderno BNG?

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