lunes, marzo 05, 2007

Carlos Luis Rodriguez, El duo Pimpinela

lunes 5 de marzo de 2007
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
El dúo Pimpinela
Quienes ven en los roces del bipartito un indicio de ruptura, olvidan el precedente de Pimpinela, un dúo musical con letras en forma de diálogo lacerante. Como aquél en que uno le dice al otro vete, olvida mi nombre, mi cara, mi casa, y pega la vuelta, para que el interpelado responda contrito: jamás te pude comprender... Los reproches continúan hasta el final de la canción, y se extienden a todo el repertorio de la pareja.
El caso es que su fórmula es tan vieja como el Estatuto gallego vigente. Las discusiones en escena son constantes, las cosas que se dicen provocarían la ruptura inmediata de la pareja más enamorada, o la intervención de oficio de los expertos en detectar indicios de violencia doméstica, y sin embargo ahí están estos dos argentinos dispuestos a superar otras dos décadas de éxitos, a base de ponerse pingando.
Los analistas más sesudos han intentado buscar precedentes a la colaboración de socialistas y nacionalistas en diferentes lugares, y distintas épocas. Son intentos de solemnizar algo que es mucho más prosaico. En el fondo, los politólogos saben que lo más parecido al funcionamiento del tándem xunteiro es Pimpinela, mediante una fórmula que combina los enfrentamientos en público con el cariño en privado.
En esto hay que reconocer una gran originalidad. La conducta de las coaliciones suele ser hipócrita. Encima de la mesa se observa una relación caballerosa y por debajo se hacen entradas que dejarían pálidos de envidia a los defensas más duros de la Liga. Los nuestros han optado por exhibir sus discrepancias en el escaparate, y dejar el amor fraterno para la estricta intimidad.
Así es como hay que analizar los últimos desencuentros, en los que se reitera un detalle sorprendente, relacionado con los roles que desempeñan Touriño y Quintana. Antes de que salieran a escena, se suponía que habría discusiones, como en cualquier pareja que supera la luna de miel, pero se asignaba el papel más silvestre al nacionalista, y el más templado a don Emilio.
Curiosamente está sucediendo lo contrario. El que más se enfada es el presidente, tal vez porque carece de una segunda línea que le sirva de pararrayos, mientras que su vice elude las polémicas, muestra un nacionalismo beatífico, y deja en manos de otros los marcajes que bordean al reglamento. Por hacer un símil comprensible, es Touriño el que hace de Alfonso Guerra todas las semanas con el desgaste que eso supone.
Al revés de lo que pasa con Pimpinela, cuyas melódicas refriegas no tienen más incidencia que en el show, las del bipartito sí afectan al peso político del país. Incidentes como el de los carteles de la Vicepresidencia son irrelevantes, pero lo que ocurrió con Navantia-Fene o las transferencias deja de ser un asunto doméstico, para afectar al conjunto de la nazón de Breogán.
Si a la falta de un Estatuto reforzado le añadimos un Gobierno demediado, que diría Calvino, el resultado es que la autonomía lucha en inferioridad de condiciones, en un momento en que se necesita pelear con todos los efectivos disponibles. Ir a Bruselas o al Ministerio de Sevilla con la cobertura de la mitad de la Xunta es tanto como salir al campo con cinco jugadores.
Dicho lo cual, es preciso reiterar que el peligro de una ruptura de la pareja no existe. A los espectadores demasiado sugestionables que se fían de lo que ven, escuchan o leen a diario habría que aconsejarles la audición de Pimpinela, y que imaginen que los intérpretes son Touriño y Quintana. El reproche dura lo que dura la canción.

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