lunes, marzo 05, 2007

Antonio Saenz, de Miera, El valle del paraiso

lunes 5 de marzo de 2007
El valle del paraíso
Por Antonio Saenz de Miera
Hacía un frío de mil demonios el sábado pasado en el Puerto de la Linera. Para muchos desconocido, este Puerto es uno de los pasos históricos que comunicaron desde la Edad Media las tierras de las comunidades de Pedraza y Sepúlveda con las del señorío de Buitrago. En medio de la niebla, debíamos de parecer fantasmas los más de doscientos aguerridos participantes en el Allende Sierra de invierno que coronábamos su cumbre. Pero ni éramos fantasmas ni aquello era una fantasmada. No, era una cosa muy seria: lo comprendimos al final del trayecto, más de 6 horas de caminata, más de 800 metros de desnivel. Sabíamos muy bien qué es lo que pretendíamos y porqué estábamos allí. Una vez más, y ya son muchas, queríamos decir, sin levantar la voz ni hacer gestos inútiles, no estaba el tiempo para tonterías, que Sierra de Guadarrama, como ocurre con la madre, no hay más que una, y que hay que protegerla. Poca cosa, pudiera parecer, tantas veces repetido lo mismo, lo evidente; o mucha cosa, quien sabe, a veces lo evidente acaba haciéndose con el lugar que le corresponde.
Habíamos salido de Villavieja de Lozoya, provincia de Madrid y llegaríamos a Gallegos, provincia de Segovia. Y no nos habíamos movido de Guadarrama; uno y otro pueblo eran guadarrameños en estado puro, con independencia de su artificial adscripción administrativa. ¡Pero es que no es esto algo más claro que el agua transparente del arroyo de los Robles! Por supuesto: pero las leyes y los Tribunales no lo ven todavía así. Nos convertimos una vez más en una especie de picapedreros que no dejan su trabajo hasta ver terminada su obra. Antes de llegar a la nieve, la niebla y el frío que nos anunciaba el puerto, cruzamos la Garganta Hermosa, un pequeño valle cuajado de acebos y de espigados y robustos pinos. En la Edad Media era conocido como el Valle del Paraíso y por algo sería. En realidad, desde que salimos de Villavieja todo lo que vimos durante la larga marcha era no un paraíso perdido sino realmente un «paraíso conservado».
No sabría explicar muy bien porqué, si como resultado del azar o del lugar recóndito en el que se encuentra, pero era «un lugar feliz, en el campo, de aspecto variado» (Milton). Las primeras grúas no las vimos hasta casi llegar a Gallegos. Pronto comprobamos que se trataba sólo de unas cuantas mansiones construidas con buen gusto, pero sabíamos que allí, en Segovia, estaba el meollo del asunto más preocupante de la Sierra en el momento actual: La expectación y los proyectos que se están gestando en la vertiente segoviana y, como contrapeso, la creciente reacción cívica y social.
Nada se ha movido. Nada se mueve. Parece que estamos en las mismas. Que el Parque Nacional sigue estando ahí, parado, y todos pendientes de lo que pueda venir a continuación. Nada se mueve, salvo nosotros, los de Allende Sierra, y otros que se están uniendo, que recorremos una y otra vez las cumbres con un mensaje transparente. En Madrid el PORN ya ha pasado, como es sabido, por la Asamblea, pero el Gobierno sigue sin aprobarlo.
Es posible pensar que se esté esperando a las elecciones por razones contrarias: porque el Parque pueda dar votos o por lo contrario, porque pueda quitarlos. Pero el hecho es que seguimos sin PORN. Lo de Castilla y León es mucho peor. En el comunicado de prensa de este Allende se llega a decir que la actitud de la Junta puede calificarse de «deplorable y rayana en la mala fe».
Se han acumulado dos años de retraso sin justificación alguna: el equipo redactor terminó su trabajo en octubre de 2006. Y ahí nos hemos quedado. En el limbo, no en el Paraíso. Al Paraíso hay que ir. Aunque esté perdido.

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