miércoles, marzo 14, 2007

Andres Montero, El ensayo general de Iñaki

miercoles 14 de marzo de 2007
El ensayo general de Iñaki
ANDRÉS MONTERO GÓMEZ /DIRECTOR DEL INSTITUTO DE PSICOLOGÍA DE LA VIOLENCIA

Si todos los presos de las cárceles españolas se pusieran en huelga de hambre, habríamos solucionado de golpe la política penitenciaria. Los domicilios de cada condenado se convertirían en prisiones improvisadas y los hospitales en casas de acogida de tránsito para el reo en riesgo de muerte. Obviamente, es un planteamiento que no tiene el mínimo sentido. Sin embargo, si descontextualizamos el caso de Ignacio de Juana Chaos, eso es exactamente lo que ha ocurrido. Cualquier preso normal de las Españas estará preguntándose si le saldría rentable situarse en estado de inanición para regresar a su casa. El inconveniente con la solución proporcionada a De Juana no es que le haya sido aplicado el segundo grado por problemas de salud. Esa medida está prevista para cualquier preso. Lo disfuncional en el caso del terrorista de ETA es que la modificación de la situación penitenciaria, y la decisión gubernativa y judicial que la respaldan, hayan venido inducidas por el propio preso.La amplia legislación procesal, penal y penitenciaria prevé innumerables circunstancias a tenor de las cuales se atenúan tanto la responsabilidad criminal como las situaciones post-procesales de alguien que ha transgredido la ley. Estas atenuaciones de pena o de cumplimiento, incluso eximentes en algunos casos, no se aplican cuando es el propio sujeto el que las fabrica con el propósito de beneficiarse torticeramente de unas condiciones que están previstas, en la mayoría de los supuestos, para ofrecer un tratamiento legal menos punitivo para la concurrencia de enfermedad. Cuando un toxicómano delinque en pleno síndrome de abstinencia con el fin de obtener droga se le aplica un atenuante en la condena porque se entiende, primero, que la toxicomanía es una enfermedad y, segundo, que esa enfermedad ha influido directamente en su conducta de transgresión, disminuyendo la capacidad del sujeto para conducirse a sí mismo bajo el control total de su voluntad. La atenuante de toxicomanía no se aplica nunca, en cambio, si el sujeto ha decidido drogarse para delinquir, es decir, utilizar la droga y sus efectos desinhibidores para facilitar la comisión del delito. Es decir, el toxicómano que delinque es tratado (parcialmente) como un enfermo, pero el delincuente que se droga es tratado como un criminal. La atenuación del grado penitenciario de Ignacio de Juana ha venido condicionada por una coacción. Esto es incuestionable, se disfrace como se disfrace. El miembro de ETA ha logrado el beneficio penitenciario fabricando él mismo la causa para obtenerlo. Si el preso no hubiera sido un terrorista de ETA, probablemente la decisión judicial y gubernativa de trasladarle a Donostia no se habría producido nunca, salvo que lo trasladado hubiera sido su féretro. Sin embargo, Ignacio de Juana Chaos es un preso de la banda terrorista ETA y, en función de esa cuestión y no de otra, se ha tomado la decisión. Es una premisa que debemos tener clara para aplicar esa cualidad propia de los ciudadanos libres de una democracia moderna a la que deberíamos abrazarnos como un tesoro: la capacidad de analizar las noticias con juicio crítico y luego decidir en consecuencia.La grandeza de la democracia atenuando las penas a presos enfermos, o aceptando que un delirante que asesina a un transeúnte porque le confunde con un extraterrestre tiene que ingresar en un psiquiátrico penitenciario, no se tiene en cuenta cuando la auspicia la extorsión criminal. Todo lo contrario, la grandeza de la democracia suele bloquearse ante la extorsión. Cuando se ha aplicado la grandeza de la democracia a Ignacio de Juana Chaos no ha sido en el capítulo penitenciario, sino en el capítulo político. Y ahí se juega con otras claves. Es lo que hay que entender y lo que la autoridad competente no explica, no quiere explicar o prefiera no explicar. El Gobierno de Zapatero ha pecado de complejo en este asunto y por ello va a pagar las consecuencias de manipulación de la opinión pública que está instrumentando el Partido Popular. Tal manipulación es tan sencilla como que el propio Ejecutivo socialista le ha facilitado el argumento, un argumento ficticio con el que el Gabinete de Zapatero ha pretendido disfrazar, a mi modo de ver innecesariamente, la realidad de Ignacio de Juana.Si se dice que se ha (prácticamente) liberado a Iñaki de Juana por razones de salud tras una huelga de hambre, enseguida se nos vienen a la mente las imágenes de Miguel Ángel Blanco y de José Antonio Ortega Lara... ¿Pero qué esperaban? ¿No habría sido más sencillo aguardar a que De Juana se muriese? ¿No habría sido más claro decirle a la opinión pública que se transfiere al preso de ETA a una cárcel de Euskadi como elemento para facilitar la desactivación de ETA? Claro, ello habría exigido que Zapatero argumentara ante la población que continúa pensando que la negociación con ETA sigue en marcha a pesar del atentado de la T-4. Pues hágalo, presidente. Si se explica bien, la población entiende eso mejor que las mentiras que huelen a podrido y que pueden ser instrumentadas fácilmente por grupos interesados. Por este camino, hasta un Rajoy plenamente amortizado va a ganar las elecciones generales.Ahora que el PSOE va a desplegar una campaña de comunicación para ilustrarnos sobre el dosier de Iñaki de Juana, seremos capaces de comprobar si Zapatero ha aprendido las lecciones de (in)comunicación de su predecesor en el cargo. La realidad penitenciaria del terrorista de ETA ha sido ablandada porque el Supremo ha permitido, legalmente, que así lo fuera reduciendo su condena. Por esta razón, el juez de Vigilancia Penitenciaria no ha tenido obstáculo para aplicar la legislación penitenciaria. Éste es el envoltorio con que se ha dulcificado el caramelo que se ha administrado a la opinión pública. El relleno de ese caramelo es que Ignacio de Juana Chaos es el laboratorio que sirve de ensayo general a las medidas de suavización que los presos de ETA recibirán, necesariamente, en caso de que un entendimiento con la banda terrorista tenga traducción real en su abandono de la violencia. Lo que ha ocurrido con Iñaki de Juana sucederá con más de un terrorista encarcelado, esta vez sin que llegue ninguno a la huelga de hambre. Y eso será así porque siempre se ha argumentado, incluso por la derecha política, que lo único que cabría negociar con ETA, si acaso, iba a ser la situación de sus presos. En efecto, es algo aceptado, pero no antes de que ETA se desactive. De manera que Iñaki de Juana es un ensayo general de la reordenación penitenciaria en el patio de ETA si el empeño negociador de Zapatero fructifica. Cuanto antes vayan administrando esta dolorosa vacuna a la población y a las víctimas, antes podrá posicionarse el ciudadano sobre si está dispuesto a pagar el precio.

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